Escribo para continuar una construcción que me sostiene

Anaclara Muro escribe sobre las razones de la escritura. El ensayo es parte de la antología Por qué escribo que publicó Gris Tormenta en 2017.

22 febrero 2021

1_04ISOoLrAuknp65DKQypAg.jpeg


¿Por qué escribo?

Porque mi tía María se fue a Japón para ser algo parecido a geisha y eso le dio suficiente dinero para estudiar teatro en Inglaterra. Porque mis tías nacieron en un pueblo. Porque sus hermanos hombres no tenían la obligación de hacer labores del hogar. Porque las mujeres se encogieron de hombros cuando las mandaron a hacerlas. Porque mis tías no estudiaron una carrera universitaria cuando eran jóvenes. Porque mi tía María se tituló en Psicología cuarenta años después que el resto de sus hermanos que tienen maestrías y doctorados. Porque mis tías hicieron lo que quisieron. Porque no fueron a la escuela de secretarias a la que quería mandarlas su hermano mayor. Porque se fueron a Europa y se volvieron artistas. Porque eligieron su profesión y se entrenaron en ella de la mejor forma que pudieron. Porque tuvieron que sobrevivir a la pobreza pero igual la pasaron bien.

Porque María escribió obras de teatro. Porque Marta pintó a su pueblo. Porque retrata a mujeres huicholas que tienen que sobrevivir los golpes de hombres que las engatusan. Porque Marta decidió ser madre soltera. Porque rechazó cualquier propuesta de matrimonio. Porque María se casó cuando quiso y con quien quiso. Porque cuando su esposo falleció, su vida no terminó, decidió estudiar y seguir haciendo cosas que le gustaban. Porque mi tía abuela Mariquita gritó «¡Viva la libertad!» cuando se murió su esposo. Porque a mi abuela Carmen le daba vergüenza y se sentaba lejos de su esposo en la misa.

Porque todos se quejan de lo ingobernables que fueron mis tías, de lo poco que escuchan consejos. Porque Marta se enamoró de un indio chiapaneco. Porque fue feliz en un hotel en el sureste pintándoles cuadros a los viajeros que pasaban. Porque nadie supo dónde quedaron esos cuadros. Porque siempre escuché sobre lo buen escritor que era el esposo de mi tía, pero hasta ahora escucho elogios a su obra como dramaturga.

Porque mi tía Maricarmen me invitaba a su departamento de soltera donde podía acomodar y adornar todo como quisiera. Porque tiene un sillón verde junto a su librero en donde puede pasar el tiempo que le plazca hojeando libros hermosos. Porque fue traductora y escribió un cuento desde el punto de vista de unos zapatos. Porque me llevó al teatro y al cine y me regaló un libro en el que yo era la protagonista. Porque ahora que busco libros infantiles para dar un taller, casi no encuentro libros con mujeres protagonistas en mi biblioteca de la infancia.

Porque tuve muchos libros en mi infancia. Porque mi mamá es bibliotecaria. Porque mi mamá hacía libretas que vendía en la universidad para apoyar la educación en Latinoamérica. Porque mi mamá estudió una carrera universitaria y desde que recuerdo tuvo una oficina propia. Porque su trabajo siempre ha sido valorado. Porque me enseñó lo bonitos que son los libros. Porque me traumó con no rayarlos. Porque sabe que la alfabetización no ocurre en las bibliotecas.

Porque mi abuela Graciela viajó a Japón y me contó horrorizada cómo las mujeres caminaban detrás de sus maridos. Porque mi abuela viajó a montones de lugares cuando fue adulta. Porque nunca pensó que vería tanto. Porque mi abuela trabajó desde los catorce años. Porque peinó a sus vecinas por cinco centavos. Porque trabajó en uno de los salones más prestigiosos de la Ciudad de México. Porque cargó toda la vida el trauma de ser hija ilegítima. Porque abortó y nunca me lo dijo. Porque pudo morir y un doctor no quiso atenderla. Porque otro sí lo hizo y se salvó. Porque vivió lo suficiente para ver la película Amour y decidir cómo quería que fueran sus últimos años de vida. Porque decidió tomar las primeras pastillas anticonceptivas que hubo en el país. Porque se quejó de los cinco hijos que tuvo que tener porque así lo dictaban las costumbres. Porque de todas formas hizo todo lo que pudo por darles lo mejor a sus hijos. Porque tuvo que decidir qué era lo mejor para ellos solamente con la primaria y un indestructible complejo de inferioridad. Porque a pesar de todo sabía que había logrado cosas increíbles. Porque vio a Juanga en un hotel y no sabía quién era. Porque después se enamoró de Juanga. Porque fue joven cuando ya era adulta. Porque fue adulta desde los catorce años. Porque iba sola a los conciertos y a las obras de teatro. Porque le gustaba mucho bailar y a su esposo no.

Escribo porque hay feminicidios pero mi hermano se sorprende de que una mujer tenga que masculinizarse para ser tomada en serio. Escribo porque la trata de blancas es una realidad cotidiana en nuestro país, pero los editores locales se disculpan cada que hacen Club de Toby en un evento literario. Escribo porque un hombre se sorprendió ayer de que una mujer golpeada no pusiera un alto y huyera inmediatamente. Escribo porque recibí un golpe y solamente pude meterme debajo de las sábanas y llorar porque era incapaz de terminar una relación.

Escribo también, claro, por todo eso de la imaginación y los mundos que creas, por la musicalidad del lenguaje, por la construcción del conocimiento, por los personajes entrañables, por todos los sentimientos para expresar, por todas esas cosas.

Pero no podría hacer nada de todo esto si no fuera por todas las mujeres que antes de mí se dedicaron a lo que les gustaba. Cómo se me hubiera ocurrido ponerme a escribir sin ejemplos de mujeres que decidieron su propia vida. Sin mujeres con una opinión propia y una voz fuerte para hablar.

Escribo porque quiero. Escribo porque es necesario. Escribo porque siempre hay algo que decir. Escribo como método de comunicación. Escribo porque la escritura es un proceso de pensamiento. Escribo como forma de encontrar una voz propia. Escribo para leerme y comprender lo que estoy pensando.

Escribo como método de comunicación conmigo misma y con los demás, y con los procesos históricos y las corrientes literarias. Porque puede ser que nadie más escriba lo que pienso que es necesario que alguien escriba. Escribo como respuesta a la tradición, a las tradiciones que nunca son una sola, son muchas y muy diversas. Escribo para leer mejor.

Escribir implica establecer una postura frente al mundo. Implica decir yo, implica utilizar un criterio, decir esto o lo otro. Implica recordar que las palabras significan y construyen. Escribo para construir algo. Escribo para continuar una construcción que me sostiene.



Anaclara Muro (Zamora, 1989) es escritora y editora de El Periódico de las Señoras. Publicó los libros No ser la Power Ranger rosa y Princesas para armar. También ha colaborado con revistas como Aeroletras y Prosvet. Forma parte de Horizontal. Taller de escrituras.

Anterior
Anterior

En busca del presente

Siguiente
Siguiente

Sobre ‘Una vocación de editor’