La melancolía: encantadora y amarga

Fragmento de La anatomía de la melancolía, de Robert Burton, publicado en 1621.

11 noviembre 2020

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En general, esto es lo que podemos concluir de la melancolía: que es de lo más placentera al principio, quiero decir, una ilusión de lo más encantadora, un humor de lo más delicioso para estar a solas, vivir a solas, caminar a solas, meditar, estar en cama días enteros, soñar despierto, como de hecho ocurre, y enmarcar mil imaginaciones fantásticas en sí mismas. El melancólico nunca está más complacido que cuando está haciendo lo propio, entonces está en el paraíso y no puede soportar el ser interrumpido. […]


Así puede seguir durante varios años, en razón de un fuerte temperamento o diversos asuntos que pueden distraer sus cavilaciones; pero al final lo que resulta es una imaginación desquiciada; su fantasía se trastorna y, habituada como está a este tipo de juguetes, no puede menos que seguir operando como un destino; la escena cambia de súbito, el Miedo y la Tristeza suplantan aquellos pensamientos placenteros, la sospecha, el descontento y la ansiedad perpetua ahora ocupan su sitio; así, poco a poco, esa cornucopia de ocio y soledad voluntaria, Melancolía, esa calamidad infausta, aparece, y así como despliega sus ramas hacia el cielo, asimismo hunde sus raíces en las profundidades qué hay debajo; no era tan delicioso en un principio, como ahora es de amargo y áspero: un alma gangrenada, macerada con pesares e insatisfacción, un ser cansado de la vida; la impaciencia, la agonía, la inconstancia y la indecisión precipitan al melancólico a miserias inenarrables.



Extracto de La anatomía de la melancolía, de Robert Burton, publicado en 1621. Leído en Objetos sobre una mesa, de Guy Davenport, Turner / Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2002.


Los extractos que compartimos tienen como única finalidad la divulgación literaria y artística. Los derechos reservados sobre estas obras corresponden a su autor o titular.

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