Las condiciones de la escritura

Fragmentos de una conversación entre Isabel Zapata, Jacobo Zanella y Guillermo Núñez Jáuregui en torno a la colección Editor, la labor creativa editorial y la precariedad del oficio.

23 agosto 2021

Fanny Sanin, ‘Acrylic №1’ (detalle), 1984.

Fanny Sanin, ‘Acrylic №1’ (detalle), 1984.


Guillermo Núñez Jáuregui (GNJ): La colección Editor de Gris Tormenta está dedicada a registrar testimonios de personas involucradas en el ámbito editorial de una u otra forma. Creemos que una charla entre los dos invitados de hoy sería ideal para los lectores que aún no conocen la colección.


Jacobo Zanella (JZ):
Una característica al crear colecciones editoriales es que al principio lo que se vislumbra es poco. Tienes una idea general, pero alcanzas a ver muy poco en el futuro. Ahora que podemos comenzar a verlas hacia atrás, la colección Disertaciones tiene ocho títulos, y la colección Editor, cuatro, y en donde son muy distintas es en este punto: la colección Disertaciones se forma con libros abiertos —es decir, que admiten múltiples lecturas—, libros muy porosos en los que el lector puede entrar y salir por cualquiera de las páginas; libros que no son del todo fijos, por así decirlo. Y la colección Editor es tal vez lo opuesto: son libros muy cerrados, muy bien estructurados. Este último —Ilegible, de Pablo Duarte— se combina con el prólogo Tedi López Mills, y juntos hacen una especie de cúpula muy sólida. Pero esta dualidad abierto/cerrado nunca se nos ocurrió cuando iniciamos con las colecciones; es algo que solo vemos ahora, en retrospectiva.


GNJ:
Quiero aprovechar que están ustedes dos, que son editores desde hace varios años, pero además editores muy particulares: cada uno tiene su visión sobre la práctica, y son perfiles muy distintos. Isabel, además de ser editora en Antílope, también es traductora, poeta y ensayista; y Jacobo se formó como arquitecto, diseñador y fotógrafo. Me gustaría saber si a ustedes les parece que el editor es una especie de multichambitas.


Isabel Zapata (IZ):
He pensado mucho en eso, porque es algo que cada vez se me presenta más claramente en mi desarrollo. En un principio yo era simplemente lectora, no estudié nada relacionado con el oficio editorial. Nunca lo pensé como algo profesional, me fui profesionalizando con la experiencia. A partir de la lectura fue que me dieron ganas de escribir y fue que empecé a traducir. Y todo eso se junta en el oficio editorial de una manera mezclada y permeable. Mucha de la labor creativa que implica escribir está en traducir. No la vivo como una cosa separada. Además, la edición también tiene que ver con una labor creativa, como presentar una colección de cierto tipo, por ejemplo. Aunque quizá todo eso es parte de la versión romántica, optimista, porque también hay algo de precariedad; si te quieres dedicar a esto, tienes que buscar la manera de vivir de diferentes manifestaciones de este oficio. No podría solamente escribir y vivir de eso, traducir y vivir de eso, y mucho menos editar.


JZ:
Creo que eso lo compartimos todas las profesiones que no son realmente independientes en el sentido económico. Es imposible saber cuánto se gana por cada hora de trabajo. En todos los libros de Gris Tormenta siempre he querido llevar una bitácora de edición, desde la primera idea hasta que el libro llega a la librería. Es imposible, porque los libros nacen años antes; entonces no puede existir una bitácora desde el día cero porque nunca sabes cuándo realmente estás ya trabajando en un posible libro. Pero en Regreso a la Tierra pudimos hacerlo más o menos. Mi bitácora consistía solamente en cuantificar cuántas horas al día habíamos dedicado a la construcción de esa antología, durante casi un par de años, cinco personas. A veces era una hora, a veces tres, a veces diez: en total sumaron mil horas. Si quisieras cobrar esas mil horas en el precio del libro, sería un libro incomprable. Ese es un aspecto de la precariedad en el trabajo editorial.


GNJ: Hace unas horas, Isabel compartió en Twitter una serie de subrayados de cada uno de los títulos de la colección Editor, y cada uno refleja una de esas historias, historias personales de esta precariedad, y también de esta vocación que sienten los que están detrás de los libros.


IZ:
Me gusta pensar en esta colección como una serie de planteamientos sobre las diferentes condiciones de la escritura. Por ejemplo, en Perder el Nobel, Wolfson cuenta que cuando Svetlana Alexiévich recibió la noticia del Nobel estaba planchando; le preguntaron para qué iba a usar el dinero, y contestó: «voy a comprar mi libertad». Eso es muy bonito, porque tiene mil interpretaciones. Wolfson habla justo de las condiciones físicas. Las posesiones, de condiciones materiales para escribir; Ilegible, de las condiciones creativas; Una vocación de editor, de las condiciones de la industria. Siempre me ha dado curiosidad cómo eligen los títulos para esta colección.


JZ:
Los textos los vamos encontrando y convirtiendo en libros, y a veces los comisionamos. No hay una estructura rígida, pero sí tenemos una lista de textos que nos gustaría hacer libro algún día. También queremos distanciar los temas para evitar la monotonía en la colección —hay muchos que hablan de la traducción, por ejemplo (como Perder el Nobel, que habla directamente de la vida de una traductora). Ahora la lista de títulos posibles tiene unas cincuenta ideas, entre textos comisionados y existentes; nunca vamos a publicar todo eso: tenemos que ir seleccionando según el momento.


IZ:
Al menos en México, algo que es garantía cuando publicas en ciertas editoriales pequeñas es que —como no hay dinero involucrado— nadie gana nada. Algunas editoriales ganarán, pero por servicios editoriales, no por los títulos escogidos por nosotros mismos. Nuestra única satisfacción es que el libro quede bien, que le vaya bien y que encuentre sus lectores.


GNJ:
Creo que es una especie de primera línea de fuego. A menudo pasa que autores o textos que son descubiertos por editoriales independientes, que están nada más conformadas por lectores apasionados o frescos, terminan alimentando otra parte de la maquinaria de la industria. Para finalizar, no sé si tengan un tema que aún quieran redondear sobre la colección Editor.


JZ:
Algo esencial de la colección es que los textos que queremos publicar ahí no son solo historias detrás de la literatura, sino que además, en sí mismos, tienen que tener valores de escritura notables. Es decir, que no sea solo una confesión o un recuento de ese backstage, sino que el texto mismo tenga pretensiones o alcances literarios en la lectura. De manera que la colección pueda extenderse no solo a los interesados en la industria editorial —como editores, traductores, escritores— , sino que pueda llegar a cualquier lector, y que la historia pueda generar en él un impacto «literario», no solo «informativo».



Isabel Zapata es escritora, traductora y cofundadora de Ediciones Antílope. Escribió Alberca vacía, Una ballena es un país e In vitro. Ha colaborado en medios como Este País y la Revista de la Universidad de México.

Guillermo Núñez Jáuregui es filósofo y escritor. Ha publicado el libro de ensayos Del aburrimiento surgen los impulsos correctos. También colabora en medios culturales como La Tempestad, Tierra Adentro, Revista de la Universidad de México y Letras Libres.

Jacobo Zanella es editor en Gris Tormenta.


La
colección Editor explora los distintos procesos, largos e inesperados, que existen antes de que un libro sea abierto por un lector. Memorias y ensayos sobre las grandes ideas que suceden en el backstage literario y el libro en el mundo: creación, traducción, crítica y edición —una exploración desde la curiosidad del editor.

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