¿Escribir?

Una conversación entre Pablo Duarte, Tedi López Mills y Mónica Nepote en torno a Ilegible.

24 julio 2021

Giuseppe Penone

Giuseppe Penone


Ilegible, de Pablo Duarte, es un ensayo narrativo sobre el proceso —elusivo, complejo, inagotable— alrededor de la invención literaria. ¿Qué pasaría si pudiéramos escuchar el pensamiento de un escritor mientras escribe, de un editor mientras edita? Acompañando a un autor que continuamente duda del lenguaje y los comienzos, el lector de este libro asiste a un taller imaginario de escritura en el que observa la búsqueda de un texto «ideal». Aquí algunos extractos de la presentación del libro:


Mónica Nepote (MN):
Esperemos que esta presentación no sea ilegible. Tedi, tú que fuiste la primera en leer el libro, ¿qué nos puedes decir de este ensayo; cómo lo abordaste? Si fuéramos a explorar Ilegible como territorio, ¿cómo se llega a él?


Tedi López Mills (TLM):
Contrario a su título, es un libro bastante legible. Sí me pregunté cómo prologar un libro que excluye cualquier explicación, cualquier exégesis, cualquier aclaración. Busqué entradas al texto y decidí que no había manera, y que no se valía inventarle entradas que el texto no tenía. Opté por darle la vuelta, rodearlo como a una especie de fortaleza —porque sí es una fortaleza, que parece inexpugnable—, y solo pude entrar mimetizando el procedimiento de Pablo: un caos deliberado, muy organizado, que tiene un centro constantemente en riesgo. Partiendo de ahí, decidí clavar picas para ver cómo escalaba esa fortaleza para asomarme a ese texto que se llama Ilegible. Y tomé la decisión de no explicar casi nada, de bordearlo, de no interpretar, y de proponerme como una especie de discípula del taller de Pablo Duarte. Pablo propone una serie de talleres —para mí fue más una especie de obra de teatro, una mise en scène—, y lo que hice fue otorgarle todos los permisos al autor; así logré romper esa fortaleza y entrar a ese texto muy original, muy inteligente, muy neurótico, muy esquivo, muy nervioso, pero también un lugar donde uno se desliza de manera formidable.


MN:
Gris Tormenta por fin ha logrado arrancarle el famoso texto prometido a Pablo Duarte. Desde que lo conozco había un mito alrededor de él: que estaba escribiendo un libro. Y los editores estábamos siempre esperándolo. Cuando estaba en Tierra Adentro le preguntaba: «Pablo, ¿cómo va ese texto?». Y así pasaron los años. Ahora por fin aparece este libro. Me gustaría que nos cuentes, Pablo, ¿cómo llegaste a este territorio?


Pablo Duarte (PD):
Los editores de Gris Tormenta me propusieron escribir un libro para la colección Editor. Ese fue, en muchos sentidos, el perfecto entorno para una idea que traía desde hace mucho tiempo. Tenía dudas de la escritura y cierta desconfianza de los procesos de escritura, a pesar de que es algo que me gusta y es a lo que me dedico. Aun así, por la naturaleza misma del lenguaje, hay siempre una zona gris, de incertidumbre —que, llevada un poco al abismo, a su extremo, nos puede dejar mudos o silenciados. Cuando me hicieron la invitación, les propuse el tras bambalinas de un texto, la idea de intentar poner en palabras ese breve momento que existe entre la decisión de escribir y el inicio de esa escritura. En esa fracción de segundo algo pasa, y me parece que es vastísimo: a mí me dio para escribir sesenta páginas sobre mi aproximación a ese momento.


MN:
Estirando la metáfora del territorio, pienso que alguien que va a subir una montaña complicada estudia qué ruta seguir. Siempre hay rutas, porque alguien ya pasó por ahí, aunque también existe la posibilidad de abrir nuevas. El proceso de un texto es como un territorio que se va llenando de maleza y hay que ir cortando para abrir camino. En este texto hay algo que se dibuja y se desdibuja continuamente. Pensaba también en la figura del taller literario como ese espacio donde la escritura sucede colectivamente, si es que sucede. En los últimos años estos espacios —que ahora son más como escuelas de escritura— han proliferado, como si se necesitara socializar el proceso de escritura, pero al mismo tiempo hay algo, o mucho, de contradicción ahí.


TLM:
Una de las cosas que más me gustó del libro fue que Pablo nunca rompió las reglas del tras bambalinas: siempre se mantuvo en secreto. Al escribir el prólogo, yo siempre asistí al taller de Pablo clandestinamente. No estaba Pablo, porque Pablo nunca llega a su taller. En ese sentido es un taller ideal: yo estoy escribiendo un texto para ese taller ausente, en el que nadie ve a nadie. Durante sesenta páginas del libro, Pablo continuamente pone en duda sus frases, su gramática, su puntuación; lo cual de inmediato me puso a mí en alerta. Al mismo tiempo creo que Pablo, de una manera muy especial, se coloca en un nicho, en la tradición del texto que se escribe en contra de la escritura, del texto que declara que la escritura es imposible. Podría decirse que uno de los maestros de esa tradición es Mallarmé. Otra cosa muy singular de Ilegible es que no hay silencios, nunca hay silencios, y eso también me pareció muy interesante: un texto lleno de palabras que siempre se están moviendo y llenan todo el espacio.


MN:
Agregaría que no hay silencios y hay mucho sonido —y mucha conciencia hacia lo sonoro también, que creo que es algo que acerca al texto al territorio de la poesía. Me parecieron muy interesantes esas dos figuras, que entran por el oído: lo sonoro y el énfasis en la voz. Me gusta esa ambigüedad porque cae dentro de la gramática que existe en torno a la escritura: ¿qué es lo que hace un escritor?, ¿cómo se hace un escritor?, ¿qué es lo que hace que lo que escribe el escritor lo vuelva escritor?, ¿qué calidad necesita un texto?, ¿qué necesita un texto tener para ser un texto literario? Si bien estas preguntas no son el tema principal del libro, están como tocadas a la manera de las bolas del billar, como por una especie de figuras que se van trazando. Por otro lado está ese acento en la materialidad sonora, y ese juego con la voz del escritor, que es uno de los mitos en torno a la construcción de la figura social de un escritor, ese escritor que encuentra su voz, que logra por fin tener una identidad.


PD:
Todas las dudas y la incertidumbre que tengo sobre el lenguaje —como esas preguntas que se repiten en el libro: ¿escribir?, o ¿para qué escribir?, o ¿por qué escribir?— son dudas que tienen que pasar, en mi caso por lo menos, por el lenguaje mismo. Siento que se tienen que decir y se tienen que plantear de muchas maneras, pues de alguna forma, para mí, en ese decir, en esa exploración y reiteración —más que en el silencio— está la respuesta a la pregunta que me hago. Es una constante, como agitar el agua para ver si se disuelve o no la solución, si cambia de color… Tenía que pasar por esa repetición, por ese borde, a veces agramatical, a veces de sintaxis medio dudosa… Es algo que a mí siempre me ha llamado muchísimo la atención.

pablo-duarte-tedi-lopez-mills-monica-nepote-ilegible-gris-tormenta.jpg


TLM: Además de la voz hay otras cosas en el texto que se repiten; por ejemplo, una forma de desplegarse, de abrirse y cerrarse constantemente. A mí esto me pareció siempre muy… no diría que atractivo, porque no es un texto atractivo, no es un texto fácil; tampoco diría que es un texto poético, cosa que me gustó muchísimo, porque me habría decepcionado que después de plantear todo el asunto de «¿se puede escribir?» te fueras por la tangente de la poesía, y no lo hiciste. Tienes cantidad de imágenes: en Ilegible hay principios de cuentos, principios de sueños… siempre hay principios de algo. Nunca se concretan, pero están por todas partes, y son anzuelos para la lectura. Es muy complicado lo que hiciste, es riesgoso: «voy a hacer un texto ilegible». El lector te podría decir: «¿Sabes qué? Yo no voy a entrar contigo, no voy a leer un texto que de entrada me dice: “soy ilegible”». Pero no es así. Finalmente leo una aventura que a mí me resultó todo lo contrario de lo que tú creías que iba a pasar, porque constantemente estás diciendo «¿para qué escribir?», pero constantemente estás escribiendo, que es la trampa de esta tradición; decir «no se puede escribir», pero mientras tanto «no paro de escribir». Y finalmente, cuando termina esa propuesta de no escribir, ¿qué es lo que hay? Hay un texto, hay lenguaje. El círculo se cierra perfectamente.

Ilegible es también un libro que tiende puentes, continuamente los está tendiendo. Además es un libro con sentido del humor. Podrías haberte tomado muy en serio. No te tomas en serio: todo el tiempo lanzas una idea, lanzas una consigna, lanzas una propuesta, y luego tú mismo la vas deshaciendo en el camino, y se acabó, y comenzamos otra vez el taller. En ese sentido está en constante movimiento. Yo nunca me aburrí al leerlo, que es otro riesgo de esta escritura no escritural, porque afortunadamente no lanzas teorías tampoco, esquivas las posibles teorías que, en el caso de la no escritura, pueden ser abominables, monstruosas; no te vas por ese camino, cosa que también me pareció muy original.


MN:
Me parece interesante este mecanismo que usas en el libro, como de Fluxus, como de instructivo. Por ejemplo, las listas que incluyes. Quería preguntarte más por esos recursos.


PD:
Estaba muy consciente de que el libro pertenece a una colección con unas características muy bien definidas: sus libros hablan de procesos y dan testimonio de las zonas menos visitadas alrededor de la cultura literaria. Eso me hacía pensar que tenía que integrar una salida, o una serie de recursos —si no puertas, por lo menos ventanillas—, por donde los lectores pudieran entrar y salir y se pudieran vincular con los demás libros de la colección. Y la manera en que traté de hacerlo fue incluyendo esos elementos, como las listas, y algunas disposiciones un poco prescriptivas, que tienen que ver con algunas lecturas que hice mientras trabajaba en este texto.


TLM:
También hay algo de David Markson: la novela que no se puede hacer. No diré esa palabra ya tan usada del fragmento, porque afortunadamente no es fragmentario tu texto.

Títulos de la colección Editor de Gris Tormenta

Títulos de la colección Editor de Gris Tormenta


MN: Me gusta mucho esta colección, me gusta mucho la idea detrás, me parece que hace visibles un montón de cosas y tejidos y puntos. Con el bordado me he dado cuenta de la importancia de ver el revés de las cosas. También estoy muy metida en cuestiones de programación: la escritura que vemos en pantalla tiene un front, pero también hay un back en el que pasan muchas cosas: hay escritura también. En este ensayo se trasluce la hechura de un texto, los momentos en que se puede trabar. La puesta en escena de Ilegible te acerca emocionalmente a esa zona de riesgo, a ese precipicio, a esa angustia ante la no escritura; a lo peor que le podría pasar a un escritor —que es no tener de qué escribir, o que no le salga. Todas esas zonas que los textos muy acabados o muy pensados no te permiten. Hablabas, Tedi, de este texto como una fortaleza, pero esa fortaleza está llena de derrotas. ¿Por qué es importante que exista una colección como Editor que hable de esas cosas? ¿Por qué es importante que existan textos como Ilegible?


TLM:
Siempre es importante que existan colecciones de libros. No por una razón precisa: es importante porque es importante. Así de tautológico. El problema, quizá, de este tipo de colecciones que se autodefinen es que se pueden salir de su propia definición. Pero también eso está bien, que la colección se salga de su propio curso: una colección con desviaciones. Me parece que Ilegible cumple cabalmente con esa condición de la colección Editor.


PD:
También diría que es una colección que pone el acento en procesos que se oscurecen con muchísima facilidad; es decir, los libros aparecen traducidos, pero no se habla del proceso de traducción ni de todos los dramas que hay en el camino. En Las posesiones, de Bernhard, por ejemplo, se habla de las recompensas de la escritura. Por lo general se cree que la gloria, el ser leído, el ser recordado, el ser citado son las recompensas, y el texto de Bernhard pone el acento en el hecho de que hay también recompensas monetarias, y eso crea una serie de complicaciones y sensaciones particulares. Y el libro de Echevarría sobre Claudio López Lamadrid, Una vocación de editor, también arroja una luz: revela que los editores son figuras o personas con una vocación igual de problemática, contradictoria, compleja que la de los escritores. Así como se busca en las notas y en las obsesiones de los escritores alguna clave para entender su obra: lo mismo con los editores. La edición también es una especie de obra, y este libro es un testimonio de la construcción de una obra. Creo que el asunto de resaltar procesos que se oscurecen —o que el mismo fenómeno de la literatura, o de la cultura literaria, o del mercado literario oscurecen— hace que esta colección valga muchísimo la pena.


MN:
Sí, las historias que cuenta la colección Editor me parecen sumamente interesantes. Hay muchos personajes en la escritura; hay muchas entidades que escriben y que están detrás de la figura del escritor, y no solo del escritor: del canon. ¿Qué es escribir? Finalmente, también: ¿qué es hacer un libro? ¿Qué significa socializar el proceso de escritura? En ese sentido es una puerta que me gusta muchísimo también.


TLM:
Pablo, ¿eres ágrafo?, ¿te cuesta trabajo escribir?


PD:
No me cuesta tanto trabajo escribir. Escribo mucho cotidianamente, pero hay una constante en esos textos: no se leen. Los leo yo, a veces, o a veces ni siquiera los leo. Es un ejercicio de escritura, de relato, de probar una serie de cosas, pero no tienen nada de legible o de comunicable. El otro tipo de escritura, la que sí tiene que tener un frente —la que no es solo el back, sino que también tiene que decirle algo a otra persona—: esa sí me cuesta mucho trabajo.


MN:
Para terminar, Pablo, ¿qué estás escribiendo ahora?


PD:
Ha habido puros intentos fallidos. Ahora aprendí que haber entregado el libro y haberlo publicado no calmó para nada esta angustia, ni esta incertidumbre, ni este nivel de inseguridad personal, pero sí hizo adictivo el proceso de edición: el estar intercambiando correos y escuchar comentarios del texto.


TLM:
Creo que no debe perderse nunca esa inseguridad y esa incertidumbre. Me parece fundamental conservarlas; de otro modo, empieza la escritura vanidosa.


MN:
Y mecánica.


TLM:
Sí. Aprendes. Te haces de tus muletillas, te acostumbras a ellas; aprendes a escribir como sabes escribir. Esas señales constantes de alerta que están en tu texto: no hay que perderlas.


MN:
Esperemos que no tardes otros quince años en sacar el próximo libro.

Pablo Duarte (Ciudad de México, 1980) es editor y escritor. Ha colaborado con diversos proyectos editoriales impresos y digitales y en programas radiofónicos. Su obra literaria es breve y dispersa; Ilegible es su primer libro.

Tedi López Mills (Ciudad de México, 1959) es poeta, ensayista y traductora. Su obra en poesía y prosa ha ganado los premios literarios más importantes del país, entre ellos el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores, en 2009.

Mónica Nepote (Guadalajara, 1970) es poeta, ensayista y editora. Coordina el proyecto E-literatura del Centro de Cultura Digital de la Ciudad de México, donde ha influido en el fomento y difusión nacional e internacional de la literatura electrónica.

Ilegible es el cuarto título de la colección Editor, historias sobre el backstage de la literatura. Esta conversación se llevó a cabo el 18 de marzo de 2021 como parte de la presentación del libro en el Museo de la Ciudad de Querétaro.



Regresar a la página principal del blog

Anterior
Anterior

Algunas de las lecturas favoritas de Gris Tormenta en junio y julio 2021

Siguiente
Siguiente

El ensayo, el futuro: móvil y sin límites