Notas de edición de ‘Ilegible’

Lista de apuntes que fueron apareciendo en las diversas lecturas que Gris Tormenta hizo de Ilegible, de Pablo Duarte, durante el largo proceso de edición.

29 abril 2021


Durante los meses en que editamos un libro, se van tomando notas que después se usarán en la introducción, en las solapas, en la contraportada, en textos promocionales o en otros lugares. Una nota breve, de un renglón o dos, a veces termina expandiéndose en media página, una página o más. Otras veces, la mayoría, son notas que no se usan: se quedan como un registro, personal y desordenado, de las incontables lecturas que requiere un texto, en especial uno como
Ilegible: la lectura rápida, la lectura minuciosa, la lectura de edición general, la de edición particular, la sintáctica, la estilística…



Leer el texto de Pablo para editarlo es una lectura como de traducción: separar el texto por partes, por colores, y volverlo a unir, sin que sobren o falten partes.


Los niveles por los que transita la voz de Pablo son tantos y cambian tan rápido que los signos de puntuación convencionales no alcanzan para ese recorrido topográfico. Los escritos de Pablo, en general, requieren de más signos de puntuación de los que tenemos a disposición. La falta más evidente es la de un signo entre el punto y coma y el punto.


El estudio de la estructura sintáctica de cada párrafo revela un código casi de programación: le quitas algo y todo colapsa, todo marca error de ahí en adelante. La edición de un texto así se hace microscópica.


Ilegible
requiere mecanismos de edición usados en el ensayo, la ficción y la poesía, todos juntos.


Los párrafos de Pablo son como lagos profundos: cuando estás en la orilla la experiencia parece inocente, pero cuando estás en el centro sientes de pronto un oscuro vértigo.


Las rayas (los guiones largos) de Ilegible dan paso a un extenso mundo subordinado, desconocido, para el que ningún lector está preparado. El texto subordinado se prolonga a veces por páginas enteras, y dentro de él se van subordinando más y más oraciones en un descenso circular que parece interminable y genera angustia. Puedes perderte rápidamente.


El texto exige atención total, pero imita el pensamiento: esas rayas son como la marca del umbral de entrada al pensamiento de otra persona: de otro escritor y otro lector del libro.


¿Qué tipo de edición requiere un texto como Ilegible? Le he dicho varias veces a Pablo: mantengamos el nivel de ilegibilidad que tú quieras en el concepto, en la intención literaria, pero editemos los tecnicismos: que no sea ilegible además en su gramática y sintaxis. La complejidad del texto requería que lo técnico fuese impecable, lo más lúcido posible.


Leo a Barthes (El grano de la voz), pero resuena Ilegible: «En el orden intelectual es verdaderamente maravillosa esta idea de que una frase no es jamás saturable, que es catalizable, de acuerdo con un proceso teóricamente infinito: el centro es infinitamente desplazable.» […] Para el escritor, el lenguaje no es solo una herramienta, sino «un lugar dialéctico en el que las cosas se hacen y se deshacen, donde sumerge y deshace su propia subjetividad». […] Textos «sobre el filo de la ilegibilidad» en donde «aflora una lógica polivalente».


Ilegible
es un texto que al mismo tiempo es y todavía no es.


¿Qué pasaría si pudiéramos escuchar y leer el pensamiento de un escritor mientras escribe, el de un editor mientras edita, el de un lector mientras lee? Eso hace este libro. No leemos un texto sino que nos leemos leyéndolo. Nos vemos tratando de hacerlo inteligible. No he visto algo así. Pone en evidencia los muy complejos mecanismos que se ensamblan en cada decisión que el escritor tiene que tomar al sentarse a escribir o a editar.


Ilegible
es un pensamiento que sobrevuela, que planea, que está suspendido sobre una hoja en blanco.


Ilegible
son unos ojos que están suspendidos sobre una hoja en blanco, sobrevolándola, planeando a escasos centímetros de ella, escudriñando la oscuridad sin límites que se logra al mirar de cerca una superficie tan brillante, sin alcanzar a comprender su profundidad.


Ilegible
no se puede enfocar. La vista va y viene tratando de encontrar un punto ancla. No se alcanza el momento de foco. Nosotros —el lector— y la voz de Pablo Duarte —el autor— planeamos obsesivamente sobre esa hoja en blanco, pero nunca la tocamos. La hoja en blanco es un texto que no existe, es la ausencia de una historia, de un pensamiento. Todo el pensamiento está sobre ella, sin posarse ni un momento. Esa sensación de desapego, de imposibilidad es muy fuerte. Desespera, al menos en la edición.


Brian Dillon dice esto sobre el ensayo (lo leo y pienso en Ilegible): el ensayo es la simultaneidad de lo profundo (hondo, grave) y lo susceptible (vulnerable, sensible). Una combinación de evasión y exactitud; una forma que instruye, seduce y mistifica en igual medida.


La multiplicidad, la fractura infinita: William Carlos Williams. En esas tres palabras está Ilegible.


A veces parece que el autor ha huido. El texto parece cobrar vida por sí solo, como si pudiera expresar lo más oscuro del autor sin que el autor se manifieste. Señal del gran ensayista: se queda solo su conciencia en forma de palabras, su mente perpetuamente escribana.


Nada está terminado nunca. La naturaleza incompleta de las cosas. Eso también expresa el ensayo de Pablo. No hay nada sólido. El texto es absolutamente líquido y elusivo. Tanto que afecta a la lectura. No podemos tocarla ni sintetizarla. Solo flotamos sobre ella.


Ilegible
forma parte de ese reducido grupo de libros que no pueden apresarse. Que viven solo como idea en la memoria. Que ni siquiera el momento de lectura nos permite poseer.


¿Qué hace Ilegible? Enfrentarse a la cueva sin fondo de la duda, de la pesadez que produce el inicio de un texto, la revisión de un texto, la escritura de un texto. Eso es lo que hace Pablo en esta escritura que no termina de escribirse, sino que se ensaya a sí misma una y otra y otra y otra vez. Que podría seguirse ensayando y nunca terminar.


Este texto, casi esquizofrénico, pero de una lucidez que sorprende, se convierte en un texto ingenioso, una especie de broma sin fin. ¿Cuándo se convierte la sinapsis en pensamiento? ¿Cuándo se convierte el pensamiento en idea para un texto? ¿En qué momento se transforma esa idea en escritura? ¿Cómo se convierte la escritura en literatura? ¿En qué momento se cumple el deseo, se alcanza el horizonte, o es más bien algo imposible, que solo se puede intentar, que en su mismo primer impulso está implícito su desencanto, su destino inconcluso? ¿Sería mejor por eso no escribir? ¿Quedarse con la perfección del deseo, del primer impulso, del texto como germen invisible, lleno de potencia, rebosante de futuro?


Hubo varias versiones de este libro, y entre una versión y otra no siempre se afinaba el texto, sino que aparecía lo que podía ser un libro nuevo, con un inicio o un intermedio completamente distintos.


Desde el primer borrador, Pablo sugirió el título de Ilegible. Estamos acostumbrados a probar muchos títulos para cada libro (para la antología En una orilla brumosa exploramos cincuenta), pero con Ilegible no intentamos nada. Era el título ideal para representar ese texto.


Hay libros que desbordan los límites de la editorial, la imaginación de sus editores. Ilegible es uno de esos libros.


Es un libro que contiene todas las lecturas que hemos hecho, que encierra todos los libros y todas las escrituras, un efecto realmente único e inexplicable.



Ilegible, de Pablo Duarte, es un ensayo narrativo sobre el arte de escribir y el proceso de pensamiento literario —elusivo, complejo, inagotable— detrás de la búsqueda de un texto «ideal». Prólogo de Tedi López Mills.

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