Perec y la posibilidad de una autobiografía oblicua

Valeria Tentoni y Jorge Fondebrider, dos autores de la antología ‘Lo infraordinario: narraciones alrededor de Georges Perec y la búsqueda literaria en lo cotidiano’, conversaron con Ana Negri y Virginia Ruano alrededor del libro y de la obra del escritor francés. A continuación presentamos una adaptación de la charla.

3 julio 2023


Virginia Ruano (VR)
: Para romper el hielo de la presentación, comienzo con una cita de Georges Perec del ensayo «¿Aproximaciones a qué?», del que surge la antología Lo infraordinario de Gris Tormenta: «Los diarios hablan de todo, salvo de lo diario. Los diarios me aburren, no me enseñan nada; lo que cuentan no me concierne, no me interroga y además no responde a las preguntas que planteo o que quisiera plantear. Lo que pasa realmente, lo que vivimos, lo demás, todo lo demás, ¿dónde está? ¿Cómo dar cuenta de lo que pasa cada día y de lo que vuelve a pasar, de lo banal, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual? ¿Cómo interrogarlo? ¿Cómo describirlo?».


Jorge Fondebrider (JF)
: La idea de que ese texto funcionara como un disparador es muy pertinente, porque en líneas generales hay toda una parte muy sustantiva de la obra de Perec que puede ser disparadora para ideas de literatura distintas de las que normalmente se suelen manejar. Adelanto un poquito: creo que Perec muy temprano se dio cuenta de que la forma novela, en los términos en que normalmente funcionaba —sobre todo en un país tan burgués como Francia—, ya no servía más, porque en definitiva hay formas de contar mucho más interesantes. El primer subterfugio que él encontró fue trabajar novelas que tuvieran algún tipo de restricción: usar un modelo matemático (como en La vida instrucciones de uso), escribir una novela solamente en futuro y condicional (como en Las cosas), usar todas las figuras retóricas que existen. Todos esos tipos de juegos son subterfugios que inventó para tratar de superar la forma novela en los términos tradicionales en los que estaba funcionando.

Me parecen mucho más interesantes sus textos laterales, como Lo infraordinario, Especies de espacios, Pensar/Clasificar, Nací, que de alguna manera ofrecen la posibilidad de acercarse a la literatura desde una perspectiva totalmente lateral. No es nueva, existe desde tiempos inmemoriales, pero no fue explotada en los términos en los que correspondía. Doy un ejemplo muy simple: una de las lecturas de cabecera de Perec era El libro de la almohada, de Sei Shōnagon, la cortesana japonesa del siglo X, en donde hay enormes listas de cosas. En cierto sentido, todo eso que estaba distribuido a lo largo de la historia de la literatura, y que Perec fue buscando, es lo que constituyó el cuerpo central de este proyecto literario, en donde la novela no es el punto principal, sino una excrecencia respecto de todo lo demás.


VR:
Quisiera preguntarles por la experiencia lectora que han tenido con los libros de este escritor.


Ana Negri (AN):
Llegué a Perec por primera vez en la adolescencia, con Las cosas, que es una de esas novelas «fáciles» de acercar a un joven lector o lectora. Y, sin embargo, pese a esa aparente simplicidad, hay una especie de marca que después, en un libro como Lo infraordinario, estalla. Es esta manera de plantear una mirada oblicua de las cosas. Aproximarse a una narrativa no necesariamente desde los eventos, sino desde la materialidad, desde lo que está ahí, como una especie de testigo de lo que acontece. Para mí esa fue la entrada a Perec, y quedó como una marca.

Perec tiene una propuesta que se relaciona con la subjetividad, y es algo que se menciona en la introducción de la antología: cómo él es una especie de puente hacia lo íntimo, hacia lo subjetivo.


Valeria Tentoni (VT)
: Mi entrada a Perec, me parece, fue con Me acuerdo. Porque, en realidad, primero leí I Remember, de Joe Brainard. Si no tengo mal, cuando Perec entró al Oulipo, Harry Mathews le regaló el Me acuerdo de Brainard y le dijo que eso era escribir, como de chiste, obviamente. Perec leyó el libro y replicó. La estructura parece muy simple: «Me acuerdo de…», y eso comienza a disparar. También tiene que ver con la fascinación por el procedimiento de la lista, que es muy placentero de leer y escribir. Los dos Me acuerdo me gustan por igual. Creo que a partir de ahí comencé a leer a Perec. También Lo infraordinario es un libro que visité varias veces.

Es interesante que Perec sea un escritor estimulante que, a su vez, habilitó ser estimulado por el libro de otro. No es que él dejaba consignas y no recibía ninguna. Me gusta eso de Perec, que genera escritores potenciales. Al leerlo dan ganas de escribir, que quizá es el efecto de las grandes obras. Para quienes escribimos, un libro que te deja con ganas de escribir es un libro que agradecés.


JF
: El primer libro de Perec que leí es Especies de espacios, que es una reflexión —que va de la página en blanco al espacio sideral— sobre qué es la idea del espacio. Hay partes del libro que me encantaban, como cuando se pone a reflexionar sobre la cantidad de tipos de calles que hay en Londres y cómo la lengua francesa, por ejemplo, no puede dar cuenta de todas las variedades que los ingleses sí tienen. El segundo libro que leí fue Pensar/Clasificar, que tradujo Carlos Gardini para Gedisa. Creo que es uno de sus primeros libros en castellano. Primero fue Las cosas.

Antes de leer a Perec, teníamos a un gran embajador de su obra: Cortázar. Si pensamos en el Cortázar de Cronopios y famas, en el de La vuelta al día en ochenta mundos, en el de Último round, incluso en el de Un tal Lucas, por cercanía con el Oulipo —que acá no se conocía—, Cortázar tiene muchos textos que hacen pandán con los textos Perecquianos. Un artículo de Perec muy divertido surge de cuando hizo el servicio militar, en el que da todas las instrucciones para tirarse en paracaídas. Si nos ponemos a pensar en eso y en su nivel de observación, estamos acercándonos muy claramente a «¿Aproximaciones a qué?», porque es partir de un hecho totalmente trivial y desmenuzarlo hasta las últimas consecuencias. Evidentemente, en nada existe la objetividad, y en la literatura mucho menos. Siempre hay un punto de vista de alguien que está o muy presente o muy ausente, pero que está ahí, que tiene una educación, un conocimiento y una personalidad determinados y que elige y hace un corte de las cosas.

Perec descubrió en la década de los sesenta al poeta Francis Ponge. Él decía que quería una poesía basada exclusivamente en la materialidad de las cosas; trabajaba por asociación. Hablaba de una avispa y la comparaba con una motocicleta. La comparación es totalmente subjetiva, uno la puede aceptar, pero esa subjetividad está impresa por el poeta, que pretende ser objetivo. En el caso de Perec pasa lo mismo. Recuerdo un artículo en Pensar/Clasificar sobre el sistema de la moda, donde cuenta que fue a cuatro restaurantes chinos en el transcurso de un mes —uno en Berlín, otro en París, otro en Londres y otro en Nueva York—, pidió el mismo plato y nunca era el mismo, porque cada país agregaba una característica nacional. Él lo que está diciendo de alguna manera es que siempre habrá un ojo o una forma en la cual vamos a llevar las cosas para un lado que nos interesa, nos atrae o nos parece. Eso ocurre en todos estos textos, aparentemente objetivos, que ponen como meta la objetividad, pero que encierran una subjetividad muy fuerte también.

Izquierda: ‘Lo infraordinario’, de Georges Perec, Eterna Cadencia. Derecha: ‘Lo infraordinario: narraciones alrededor de Georges Perec y la búsqueda literaria en lo cotidiano’, varios autores, Gris Tormenta.


VR:
Me parece que hoy en día podemos hacer una reflexión, un vínculo de este tema con las redes sociales, que es un registro en vivo de lo cotidiano, de lo que hacemos, ese gerundio hasta el hartazgo: «Comiéndome un pancho», «Yendo al cine»,«Viendo una película». No quiero comparar toda la impronta perecquiana con este mundo de la exhibición y del registro —porque no deja de ser un registro del paso del tiempo y de lo cotidiano—, pero ¿qué les dispara esta situación?


AN
: Creo que en las redes sociales, si bien es cierto que existe ese gerundio constante de la inmediatez, de lo que está sucediendo en ese momento, de lo mínimo, me parece que hay una distancia que justamente tiene que ver con la relación entre las cosas y el sujeto que interactúa. Leí un texto sobre un poema de Neruda, una oda a los pies —que está en constante contacto con las ramas, el lodo, el polvo—, y en oposición se planteaba la poesía de Parra, y decía que el cambio ahí está dado por la distancia con las cosas. Cuando Parra dice: «¿Con qué razón el sol / Ha de seguir llamándose sol? / ¡Pido que se le llame Micifuz…», hay una distancia, una forma distinta de aproximarse a las cosas de las que se habla.

Salvadas las distancias gigantescas, me parece que la diferencia podría pensarse desde ahí, porque en las redes sociales no se da un espacio de encuentro como el que se logra en una revisión como la que propone Perec, en una indagación que apela a que las cosas hablen por sí mismas, a que quien se aproxime al lenguaje encuentre ahí lo que las cosas tienen que decir.


VT
: A mí me parece que en las redes sociales hay mucho montaje. También en Perec, pero es complejo. Nosotros estamos todo el día con el teléfono frente a la cara. Lo que más vemos es una superficie plana, brillante. Es muy distinto el mundo en el que vivió Perec que en el que vivimos nosotros. De hecho, el texto de Jorge termina con una mención a Seinfeld. En ella las personas no tienen celular. Por eso nos da tanto placer, porque vemos ese mundo y añoramos la calma que tiene, el placer de estar entre las cosas, de olerlas, tocarlas. Yo no puedo tocar las cosas si tengo un celular en las manos. Es muy distinto el mundo que estimuló a Perec que el que nos estimula a nosotros. Por eso nuestra literatura es tan diferente. Hay un cambio cultural importante entre el mundo que podía mirar él. De hecho, la literatura de Perec está llena de viajes. Nosotros viajamos a un lugar ahora y empezamos a sacar fotos. Ya sabemos a dónde vamos a ir cuando llegamos a un sitio porque hay toda una guía de spots para sacarse la foto; no nos perdemos en una ciudad como me imagino que este hombre se perdía.


JF
: Voy a hacer una defensa de algún aspecto de las redes sociales vinculadas a la cuestión perecquiana y un ataque contra la literatura que generó Perec. Respecto de las redes, hay una cuenta que se llama The Walking Conurban, donde un grupo de personas sacan fotografías de distintas partes del conurbano con cosas que uno no se imagina que podrían existir o con recortes de la realidad que son absolutamente asombrosos y que lo dejan a uno con la boca abierta. Respecto al teléfono, un amigo me mandó hace unos meses por WhatsApp treinta segundos de filmación de un arroyo que vio en Óregon. Me pareció un tesoro, lo vi cuatro o cinco veces, y hasta me permitió escribir un poema.

Diría entonces, igual que Internet y que muchas otras cosas vinculadas a las redes sociales, el medio no es el problema, sino los usuarios. Si uno considera que hay un porcentaje altísimo de usuarios que son imbéciles, entonces uno pierde muchísimo el tiempo. Pasa exactamente lo mismo en el Google, hasta no tener la disciplina que implica no distraerse en las pelotudeces, uno puede pasarse días y días perdiendo el tiempo. Pero de pronto uno desarrolla cierta capacidad para saber qué es lo específico que uno está buscando y dónde encontrarlo.

Y vuelvo a la estupidez de la gente. El costado malo de Perec —que no es una responsabilidad de él, sino simplemente de la puerta que abrió— es que una de las peores especies literarias que existen en el mundo se empezó a desarrollar a partir de Perec, que son las autonarrativas: «Crónica de cuando fui al dentista», «Crónica de mi divorcio», «Memoria de la muerte de mi hermano», etcétera. Todo depende de quién las escriba, pero el objeto en sí mismo de escribir sobre esas cosas es realmente estúpido. Es mejor hacer literatura con ella. Si se te murió la madre, empezá a escribir El extranjero, poné a la madre, como hizo Camus al principio de la novela, que cumpla el papel que tiene que cumplir. Pero qué me importa todo el resto.

La autonarrativa, en última instancia, es una puerta que tiene que ver con una especie de recorte de la vida cotidiana aplicado a la nada. Si el escritor es inteligente, va a hacer una maravilla; si no, hará una porquería. Perec, con su proyecto de escritura, creó la posibilidad de una autobiografía oblicua. Tiene un texto que se llama «La rue Vilin». Es la descripción de una calle de París en el barrio donde estaba la judería. Cuando llegaron los nazis, se llevaron a todos. Él va describiendo la calle por lo que había y por lo que ya no está. En ella estaba la peluquería donde trabajaba la madre, que fue deportada a Auschwitz​. Entonces, recuperar esa información y después aplicarla a, por ejemplo, cosas que comí en tal año, camas en las que dormí, deja de ser un proyecto banal, porque lo que está tratando de hacer es reconstruir un tejido que él perdió a los seis años, cuando se quedó huérfano, cuando fue mandado a la casa de su tía, cerca de Grenoble, en los Alpes, y tuvo que aprender a vivir como católico, justamente para ocultarse de los nazis.

Uno de los textos más increíbles de Perec se llama W o el recuerdo de la infancia. Hay páginas en bastardilla y otras en redonda. Las páginas en bastardilla están contando la historia de W, un islote en el estrecho de Magallanes a donde van a naufragar barcos de todas las nacionalidades y donde se crea una civilización dedicada a las olimpiadas eternas que se vuelve cada vez más autoritaria. Mientras uno va leyendo la narración, lee la historia autobiográfica de Perec. En la narración, cuando todo en la isla de W se vuelve completamente autoritario, es el momento en el que toda Francia es ocupada por los nazis. Perec está hablando de la isla Dawson, la misma que Pinochet había usado para mandar a todos los prisioneros políticos. Esa isla es también a la que habían mandado a los selknam para que se murieran contaminados de enfermedades. Es decir, al contar esta historia de una manera «trivial», Perec está tocando un universo de una profundidad gigantesca que nada tiene que ver con una excursión al dentista ni al velorio de una tía.

Entonces, volviendo a la pregunta inicial, depende de quien use las redes sociales, depende de quien escriba los libros. El nivel de imbecilidad forma parte de nuestra condición. La excepción, diría, es ir por encima de esa imbecilidad.


VR
: ¿Hubo alguna dificultad en la traducción del texto de Perec? ¿Alguna anécdota?


JF
: Virginia fue la editora de la versión de Madame Bovary que hice para Eterna Cadencia. Se acordará entonces que conté una anécdota de mi hijo. Él, que en ese entonces era más chico, dijo algo así como que Flaubert se casó con madame Bovary y tuvieron a Perec. Esa era la idea de mi hijo.

Perec es un hijo de Flaubert. La relación que existe entre ambos es intensísima. Diría que es el escritor francés que más influyó sobre Perec y que, por otro lado, mayor cantidad de cosas comparte, sobre todo el Flaubert de Bouvard y Pécuchet.

Perec no es un escritor difícil de traducir. Hay que tener mucha atención solamente porque tiene mucho sentido del humor. Pero no es de carcajadas.


[Preguntas del público]


Natalia Zito:
Retomando lo de los imbéciles y lo de la puerta que había abierto Perec, ¿consideran que hay otros escritores y escritoras que hayan tomado esa puerta y hayan hecho buena literatura a partir de su obra?


JF
: Declaro que, después de Perec, a mi gusto la mejor escritora francesa que existe en la actualidad es Annie Ernaux. Ella logró hacer algo que en Perec está presente, pero desde otro punto de vista. Por ejemplo, Annie Ernaux se fue a vivir del centro de París a una ciudad satélite. Entonces, tomando el concepto de Marc Augé de los no lugares, ella escribe sobre qué es estar en un no lugar —en el estacionamiento de un shopping en una ciudad dormitorio, por ejemplo— y encuentra tal cantidad de elementos ahí para escribir que me da la sensación de que explota un aspecto que Perec no conoció, con elementos muy similares a los que él de alguna manera propuso. Annie Ernaux es hasta cierto punto contemporánea de Perec —ya había publicado sus primeros libros cuando él todavía vivía—, pero esta tendencia creo que la puso más en evidencia en los últimos años. Léanla porque es realmente extraordinaria.


VT
: Uno de los libros de Ernaux que se llama Diario del afuera/La vida exterior. Lo tradujo Sol Gil. Es extraordinario. Lo que hace es ir contando todo lo que ve, pero con una voz bastante particular, medio fantasma. Es un libro raro en la producción de la autora, pero es muy heredero de Perec, y es placentero de leer; dan ganas de escribir así.




Ana Negri (Ciudad de México, 1983) es escritora y editora. Fue becaria del programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Los eufemismos, su primera novela, fue publicada en México, Chile y España y ha sido traducida al francés.

Jorge Fondebrider (Buenos Aires, 1956) es poeta, ensayista y traductor argentino. Su obra poética fue publicada como La extraña trayectoria de la luz. Poemas reunidos 1983–2013. Ha traducido a Gustave Flaubert, Georges Perec, Claire Keegan, Patricia Highsmith, entre otros.

Valeria Tentoni (Bahía Blanca, 1985) es escritora y periodista argentina. Es autora de los libros Antitierra, Piedras preciosas, Pirámide, El sistema del silencio, Furia diamante, El color favorito (publicado por Gris Tormenta), entre otros. Es editora del blog de la librería Eterna Cadencia.

Virginia Ruano (Buenos Aires, 1978) es editora argentina. Realizó trabajos de edición y corrección para Marea, Paidós, interZona, Fondo de Cultura Económica, entre otras editoriales. Actualmente es editora en Eterna Cadencia y da clases en la Universidad de Buenos Aires.


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