No conozco el mundo hasta que lo leo
Erik Alonso nos comparte sus lecturas biográficas: pasajes hilarantes de la historia y algunos libros robados que se convirtieron en regalos.
3 julio 2020
En esta serie de entrevistas alrededor de la lectura, Gris Tormenta desea mostrar a un lector obsesionado con un puñado de libros; una obsesión que invite a otro lector a asomarse a una mente, a una manera ajena de leer, y acercarse a esos títulos que quizá desconozca o no ha leído todavía. ¿Cómo y por qué se desarrollan sentimientos por un libro en particular? ¿Qué provocaciones podemos encontrar en la exposición de esas emociones? ¿Podemos llegar al otro a través de sus lecturas?
¿Cuáles han sido tus lecturas más memorables, los libros que relees o podrías releer?
Cuando leí El arte de la fuga, de Sergio Pitol, identifiqué por primera vez que los libros que más disfrutaba eran aquellos donde cabía todo: el diario, la viñeta, la memoria, la historia; libros a los que no les interesaban los personajes, que se perdían, que no desarrollaban una trama. A partir de ese libro de Pitol tracé mi genealogía lectora. No solo ordenó mis lecturas hacia el pasado, también me indicó el camino a seguir. Ahí estaban las horas de madrugada en que intentaba avanzar por La montaña del alma, de Gao Xingian, las múltiples veces que intenté, hasta que lo conseguí, subirme en la voz de Thomas Bernhard, la prosa de W. G. Sebald, los ensayos perfectos de Guy Davenport, Natalia Ginzburg y Joseph Brodsky, las novelas de Peter Stamm, la escritura de Robert Walser, Hebe Uhart y Josefina Vicens, los aforismos de Peter Altemberg y de Carlos Díaz Dufoo hijo. Trato de regresar constantemente a ellos; sus libros son las obras fundamentales que no me importaría leer por siempre. También en esta lista estarían libros perfectos como En la belleza ajena, de Adam Zagajewski, o Estambul, de Orhan Pamuk, y dos relatos hermanados a los que vuelvo cada vez que puedo: «Bartleby, el escribiente», de Herman Melville, y «Wakefield», de Nathaniel Hawthorne.
¿Cómo sabes cuando estás frente a un texto inagotable, cómo se convierte en un clásico personal?
Cuando me siento perdido, pero no necesariamente me siento abandonado. El arte de la fuga, aunque no sabía a dónde me llevaba, lo leí sin pausa, pero hay otros que me han negado la entrada y aun así siento que debo seguir. Recuerdo las múltiples veces que intenté leer Austerlitz, de Sebald. Tuve que regresar con otra estrategia: comenzar por sus otros libros, como preparándome para una larga o difícil excursión. Al final, creo que los libros que más me han marcado han sido experiencias físicas, donde no solo recuerdo lo que sucedía en el libro, sino que, al releer esos libros, como pensaba Proust, se despliegan también todos aquellos planos de tiempo que sucedían mientras los leía.
¿Cuál es el último que has descubierto?
En los últimos años me he obsesionado con los diarios de trabajo de Bertolt Brecht, con la obra arquitectónica y los escritos de Lina Bo Bardi y con la figura de Juan O’Gorman. Trato de leer entonces todo lo que pueda sobre estos personajes, lo que me ha permitido encontrar libros geniales como el libro de Georges Didi-Huberman sobre Brecht, Cuando las imágenes toman posición, o el libro de Ida Rodriguez Prampolini sobre O’Gorman. Por otro lado intento leer cualquier cosa de Hito Steyerl, Gabriel Josipovici y Boris Groys.
¿Cómo lees?
Lo que más disfruté durante mucho tiempo era mi visita a las bibliotecas públicas, las horas que recorría los estantes de la Biblioteca Central de la UNAM o los pasillos flotantes de la Biblioteca Vasconcelos, dudando siempre de si me llevaba los libros correctos. Aunque la siguiente semana pudiera enmendar mis errores, cada visita a la biblioteca era la preparación de la lectura. De esos años se me quedó la costumbre de leer muchos libros al mismo tiempo, casi todos ellos de temas distintos: arte contemporáneo, historia, filosofía, urbanismo. Esa posibilidad de abrir muchos libros al mismo tiempo me ha alejado de aquella sensación de no saber qué leer, o de deprimirme cuando termino un libro genial, aunque cada vez termino menos los libros. Soy un lector fragmentario, disperso.
¿Qué género lees más?
Últimamente leo más biografía. He disfrutado mucho las que escribe Rudiger Safranski, la de Richard Ellman sobre James Joyce, la de Ralph Roeder sobre Benito Juárez, la de Ray Monk sobre Wittgenstein y, en las últimas semanas, por fin, me he adentrado en la biografía de biografías, la que James Boswell hizo sobre el doctor Johnson.
Un libro que te haya gustado mucho y muy pocos han leído.
Paseos con Robert Walser, de Carl Seelig. Uno de los libros más hermosos y que pareciera ser un libro ideado por el mismo Walser. Un libro de caminatas y paseos en la nieve.
Un libro raro de tu biblioteca que —sospechas— nadie más en la ciudad tiene.
No lo sé, quizás por específicos, mis libros sobre el Atlético de Madrid: Recuerdos del doblete y Las mejores anécdotas del Atlético de Madrid.
¿Cuál libro te ha hecho reír recientemente?
Recientemente me obsesioné con un episodio cervantino que Friedrich Katz narra en su gran biografía sobre Pancho Villa. La rebelión de Tomochic, en Chihuahua, fue uno de los conflictos armados que puso de cabeza al Porfiriato y que fue precursor de la Revolución mexicana. En ese contexto, Katz cuenta la expedición del general Felipe Cruz, un militar cercano a Díaz, que fue enviado para solucionar lo que el gobierno estatal no había podido controlar. El destacamento de caballería del general Cruz ni siquiera alcanzó a llegar a Tomochic. Resultado de las barricas de licor que se habían tomado, confunden una milpa con los habitantes del pueblo y se lanzan contra ellos —Katz cuenta que la caballería sesgó el maíz a golpes de sable. El general Cruz, orgulloso de su incursión, regresó a Chihuahua a escribir el informe para sus superiores, donde notificaba su victoria antes los rijosos de Tomochic.
¿Cuáles libros has regalado o podrías regalar muchas veces? ¿Cuál es el mejor libro que te han regalado?
Todos los libros que me han prestado y no he regresado son el mejor regalo que me he inventado.
Tu editorial —o colección— favorita.
Soy adicto a la selección de clásicos europeos de Acantilado, donde no solo la edición es hermosa sino también la traducción. De Argentina me gusta mucho lo que hace Caja Negra. De México, más allá de su catálogo, me siento muy cercano al trabajo de Ediciones Antílope, sobre todo por ser una editorial donde todos sus editores son autores en activo. En un momento donde la edición busca ser desaparecida, me parece sintomático que sean autores, precisamente, los que regresen a mostrarnos la importancia de la edición.
Tu libro más caro.
No soy alguien a quien le interese el coleccionismo, supongo que mis libros de Acantilado que oscilan en el mismo precio: Ensayos, de Montaigne, Memorias de ultratumba, de Chateaubriand, Vida de Samuel Johnson y la biografía de Kafka que escribió Rainer Stach.
Un libro robado.
Los libros que he robado son libros que deliberadamente no he regresado, de personas que he querido en mi vida. Ha sido una forma de robarme un pequeño pedazo de ellos. En mi defensa puedo decir que presto muchos libros y no me esfuerzo mucho en que los devuelvan.
Algo que no hayas leído todavía.
Desde hace algunos años me preparo para leer Historia de la decadencia y caída del Imperio romano, de Edward Gibbon, pero todavía no me he sentido ni física ni mentalmente preparado.
Algo que hayas aprendido de un libro recientemente.
Leyendo el primer tomo de la biografía que Enrique González Pedrero hizo sobre Antonio López de Santa Anna, me encontré con el pasado à la Thoureau del primer presidente de México, Guadalupe Victoria. No solo fue presidente con su nombre de guerrillero, su nombre real era José Ramon Adaucto Fernández y Felix, sino que vivió escondido en la selva veracruzana durante treinta meses, durmiendo en una cueva, aislado del mundo.
¿Qué te ha dado la lectura o qué ha hecho posible?
La lectura en términos reales me lo ha dado todo. Me ha permitido aprender, entender, conocer, perderme, imaginar. Me ha dado una carrera y una profesión. Decía Joseph Roth que él no conocía el mundo hasta que lo escribía. Yo no conozco el mundo hasta que lo leo. Leer ha sido una forma de intensificar la experiencia de las cosas que me gustan: la arquitectura, el futbol, el arte contemporáneo, las caminatas.
Erik Alonso (Ciudad de México, 1988) estudió psicología en la Universidad Nacional Autónoma de México. Es autor del libro Los procesos. En 2019, con el apoyo del programa Residencias Artísticas del FONCA, fue escritor residente en los Leighton Artists Studios del Banff Centre for Arts and Creativity, en Canadá.
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