Una lectura pausada a lo largo de los años

Guillermo Núñez Jáuregui habla de los libros que han marcado su recorrido como lector por una vasta geografía literaria.

27 septiembre 2020


En
esta serie de entrevistas alrededor de la lectura, Gris Tormenta desea mostrar a un lector obsesionado con un puñado de libros; una obsesión que invite a otro lector a asomarse a una mente, a una manera ajena de leer, y acercarse a esos títulos que quizá desconozca o no ha leído todavía. ¿Cómo y por qué se desarrollan sentimientos por un libro en particular? ¿Qué provocaciones podemos encontrar en la exposición de esas emociones? ¿Podemos llegar al otro a través de sus lecturas?



¿Cuáles han sido tus lecturas más memorables, los libros que relees o podrías releer?

Los libros que más he releído han sido Pedro Páramo y El llano en llamas de Juan Rulfo. Aunque los disfruto mucho, cosa que es medio obvio decir, no puedo decir que sean mis libros favoritos, y siempre me ha parecido un poco extraño cómo vuelvo a ellos. Tal vez fue mi primera puerta de entrada a una literatura que me interesa (tengo la impresión de que fue por Rulfo y otras lecturas que llegué a favoritos como Beckett y Joyce, o literaturas similares, como la de Efrén Hernández). También, cada tantos años, tiendo a releer las tiras cómicas que me gustaba leer de niño (Mafalda, Tintin, Astérix y Obélix, Calvin & Hobbes…). Aunque llego a sospechar que eso tiene que ver más con un gesto regresivo que con un interés intelectual: también me recuerdan que me gusta mucho dibujar. Hasta aquí he hablado de repetición pero no de lecturas memorables. Recuerdo el impacto y el placer que me dio leer las novelas de horror para adolescentes de R. L. Stine que leí cuando tenía catorce años, el morbo que me dio leer Cujo de Stephen King y El exorcista de William Peter Blatty, durante un viaje a Acapulco, o la manera en que me cambió leer El aleph de Borges en la preparatoria.


¿Cómo sabes cuando estás frente a un texto inagotable, cómo se convierte en un clásico personal?

A la fecha no he querido leer todo Borges, pensando en que algún día haré una lectura sistemática de su obra. Lo mismo me pasa con Joyce. Y con Beckett. De pronto me di cuenta que me comporto igual con Robert Walser y con Lydia Davis. Durante la universidad, recuerdo, leí más o menos de corrido la obra de Cortázar y terminé indigestado. Cada libro me parecía peor que el anterior, o menos disfrutable; lo mismo me pasó con Roberto Bolaño. Cuando quiero llevar una lectura pausada y disfrutable a lo largo de los años es cuando sé que estoy ante un clásico personal.


¿Cuál es el último que has descubierto?

No estoy seguro. Creí que me había pasado lo mismo con Karl Ove Knausgård y con Mircea Cartarescu, pero sospecho que ahí operó otra cosa más parecida al entusiasmo y la curiosidad —y un juicio que no he terminado de formar pero que se inclina hacia otro espacio de la mente. En la última década (o un poco más) quienes me han hecho sentir que estoy ante clásicos son, de nuevo, Lydia Davis, László Krasznahorkai y Karl Kraus.


¿Cómo es tu biblioteca, cómo está catalogada?

Está dividida en dos libreros, en uno se encuentran mis libros de literatura, organizados alfabéticamente (sin distinción por editorial ni por lengua ni por región) y en otro mis libros de filosofía, crítica y algunos libros de no ficción o arte. Pero, por ejemplo, hay muchos libros autobiográficos que sí junto con los de literatura. Junto al buró, sobre el escritorio y sobre una mesa tengo pilas de libros que quiero leer pronto. Llevan años ahí.


Un libro que te haya gustado mucho y muy pocos han leído.

Sinceramente, no lo sé. ¿Cómo saber si muy pocos lo han leído? A menudo recomiendo Job de Joseph Roth, porque me conmovió, ¿pero no es Roth un autor bien conocido? A mí me recomendaron la Antología del cuento extraño que hizo Rodolfo Walsh, pero creo que también ha sido muy leída. Sé que existen muchos admiradores de la obra de William Gaddis, pero mis cuates en Sexto Piso bromean en que soy el único que lo ha leído en México, cosa que es falsa.


Un libro raro de tu biblioteca que —sospechas— nadie más en la ciudad tiene.

No, ninguno. Me emocionó mucho encontrar Las formas del fuego de Ramos Sucre en la edición de Siruela de 1988 (lo encontré en Mercado Libre, me lo recomendó Antonio Ortuño, quien tiene la misma edición… pero en otra ciudad); también me emocioné cuando mi amigo Óscar Benassini me consiguió Museo de la novela de la eterna de Macedonio Fernández en la edición de la Biblioteca Ayacucho, pero él tiene una, y sé que Luigi Amara también (creo que Luigi la consiguió en una FIL reciente, en la zona de libro antiguo). Lo que quiero decir es que esa sospecha, que es casi un error por descontado, en realidad es el entusiasmo que nos da por encontrar un libro que hemos estado buscando. Una vez encontré, eso sí, una compilación de relatos de fantasmas editadas por un tal Bob Holland, publicada por Halcyon House. La compilación es original de 1904 y este libro debe haberse publicado en los cuarenta del siglo pasado, pero no trae fecha de publicación. Los relatos, la mayoría, son anónimos. Algunos están firmados sólo con iniciales. Es el único volumen que yo he visto de este libro en la ciudad, pero lo encontré aquí, pues, y seguramente hay más.

Lydia Davis


¿Cuál libro te ha hecho reír recientemente?

Calvin & Hobbes: It’s a Magical World, 1996, de Bill Watterson.


¿Cuáles libros has regalado o podrías regalar muchas veces? ¿Cuál es el mejor libro que te han regalado?

Job de Joseph Roth y los relatos reunidos de Lydia Davis.

El mejor libro que me han regalado fue El Quijote. Es una novela que siempre estuvo en mi casa de infancia. En la navidad de 2004, acabo de recordar leyendo la dedicatoria, mi padre me regaló una copia. Es la edición del IV Centenario que preparó Francisco Rico.


Tu editorial —o colección— favorita.

Es algo que también cambia con los años. Recuerdo con mucho cariño la sensación de conseguir y leer a autores grecolatinos en Gredos, incluso algunos libros de la B. A. C. Estuve obsesionado un rato con algunas editoriales gringas. Acantilado siempre me ha gustado y por lo mismo siempre me han sorprendido las muchas erratas que llevan sus libros (lo mismo me pasa con la argentina Cuenco de Plata). En su buena época, Siruela —y su colección El ojo sin párpado. Me gusta mucho cómo se ven los primeros libros de la colección de novelas de crimen Séptimo Círculo (que llevan esas portadas geométricas) o de la Biblioteca de Babel que hizo Francisco Maria Ricci, pero rara vez he leído alguno. También me gusta Caja Negra, argentina, pero a veces la siento demasiado monocorde.


Tu libro más caro.

Todavía recuerdo que recién salidos de la universidad mi cuate Julián Etienne se sorprendió por lo que pagué por El hombre sin atributos en la edición de Seix Barral. Supongo que en ese momento fue un libro caro, pero a mí no me lo parecía. Recuerdo que sí sentí que fue un lujo comprar el Codex Seraphinianus (de nuevo Francisco Maria Ricci), pero no recuerdo cuánto costó. Siento que he conseguido algunas gangas, como una primera edición del Libro de la imaginación, la antología de Edmundo Valadés, que compré por una cuarta parte de su valor en el mercado (lo compré en Querétaro). Alguien me regaló, creo que sin saber su valor (porque iba en una caja llena de libros), la primera edición de Tapioca Inn, de Francisco Tario. ¿Son libros caros por su valor real aunque no lo haya pagado? No lo tengo, pero estoy viendo que Tenebra, la nueva novela de Daniel Krauze, cuesta 348 pesos, que me parece imposible de pagar.


Un libro robado.

Atlas Mnemosyne de Aby Warburg: se lo robé a Óscar Benassini, en compensación por los que él me ha robado.


Algo que no hayas leído todavía.

El Quijote.


Algo que «tenía que gustarte» y no te gustó.

La educación sentimental de Flaubert.


Algo que hayas aprendido de un libro recientemente.

Fue más un recordatorio —leyendo a Ariana Harwicz—: que los libros interesantes escriben en contra de la época.


¿Qué te ha dado la lectura o qué ha hecho posible?

La sensación de tener tiempo libre. Cuando uno lee es muy difícil que alguien se atreva a interrumpirte. Leer me ha permitido tener una vida propia.



Guillermo Núñez Jáuregui (Ciudad de México, 1982) es filósofo, escritor y crítico literario. Publicó el libro de ensayos Del aburrimiento surgen los impulsos correctos. También colabora en medios culturales como La Tempestad, Tierra Adentro, Revista de la Universidad de México y Letras Libres.

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