El libro perfecto para alguien como yo

Les preguntamos a amigos, poetas y escritoras qué leyeron este 2021 que los hubiera cautivado, sin importar el año en que se publicó. Los títulos que nos comparten forman una lista improbable a la que ahora le dedicamos un espacio en nuestra biblioteca, real o imaginaria.

8 diciembre 2021

The World Goes On, de László Krasznahorkai
New Directions

Conforme las oraciones infinitas se encabalgan unas con otras y las contradicciones se amontonan, se multiplican, se erosionan, el rizo que Krasznahorkai desliza por detrás de cada historia y devaneo, sin apenas darnos cuenta, va ciñéndose alrededor de nuestro cuello, bordeando ese algo que no nos es dado a conocer, pero que página a página no hace sino amplificar la angustia, la desazón, y, a veces, durante un breve instante, se revela poseedor de una belleza sin límites. Un libro sobre cómo está compuesto el universo. Alucinante. Lo mejor que he leído en años. —Rodrigo Márquez Tizano, autor de Yakarta.

«La Antorcha», Selección de artículos de «Die Fackel», de Karl Kraus
Acantilado

Es una selección de artículos de la revista en la que él escribió. La preparación y la traducción son de Adan Kovacsics, el gran traductor y escritor austriaco chileno. Me parece un libro clave: esta especie de soledad casi rotunda y absoluta en la que escribió Kraus durante esos años de guerra, y toda su lucha, su espíritu de disidencia, su lucha espiritual e intelectual a favor del lenguaje —y contra la banalización y la mercantilización del lenguaje, la corrupción, la degradación, la denigración, la caída estrepitosa del lenguaje; el lenguaje masificado, el lenguaje guerra, el lenguaje de la corrupción de las élites. Me parece el símbolo absoluto de lo que debe hacer un escritor: pararse de manos frente a la época. —Ariana Harwicz, autora de Matate, amor.

Smiling in Slow Motion, de Derek Jarman
Vintage

Creo que de todos los libros que he leído en 2021 elegiría Smiling in Slow Motion, el último de los diarios de Derek Jarman, editado por Keith Collins. Lo leí a pequeños sorbos. Lo elegiría, en primer lugar, por la calidad de la prosa, que en una misma frase puede ser clásica y totalmente irreverente. Pero también por el modo tan natural en que lo político logra expresarse a través de lo afectivo y viceversa. Por las descripciones de la costa de Dungeness, especialmente en invierno. Por la alegría contagiosa, sensual y sensorial, que inspiran las reflexiones sobre el amor y el sexo, el arte y la amistad. Cuando acabé de leerlo, eché de menos su compañía. ¿Cuántas veces tenemos la suerte de que nos ocurra algo así? —Javier Jiménez Belmonte, profesor de Literatura.

Despojos. Sobre el matrimonio y la separación, de Rachel Cusk
Libros del Asteroide

No la conocía, y este fue el primer encuentro con eso que hace, tan extraño, frío y hermoso. Es un ensayo que habla sobre las relaciones, eso de lo que se habló tanto ya, pero al leerla a Cusk da la sensación de que se está pasando de nuevo por ahí, con otra entereza o con una entereza que es más suya que mía. Quisiera leer libros de Cusk para saber qué piensa sobre todas las cosas, no solo sobre los hitos matrimonio y separación. —Camila Fabbri, autora de Los accidentes.

Novela natural, de Gueorgui Gospodínov
Fulgencio Pimentel

Es la novela perfecta para un distraído como yo. Gospodínov divaga hermosamente sin que te sientas jamás perdido. Las distracciones son importantes. Mientras cuenta la historia de su divorcio, el narrador encuentra espacio para hablar de las moscas, las mecedoras, los presocráticos, de su relación y de lo mejor que le pasó en los años ochenta. En un momento, Gospodínov dice que sueña con escribir una novela que esté hecha con los inicios de todas las novelas que le gustan; está seguro de que unidas lograrán contar una historia. Fragmentaria, lúdica e inteligente, Novela natural es una gozada de pi a pa. —Javier Peñalosa, autor de Los que regresan.

Historia natural de la felicidad, de Juan Carlos Mestre
Fondo de Cultura Económica

Díganme ignorante, pero antes de la pandemia no sabía de la existencia de Juan Carlos Mestre. La tumba de Keats me cambió la vida y me salvó de un infarto (larga historia). Versos así: «Perdón para el murciélago y su ambición de pájaro» o así: «Todo se extingue: la veloz guirnalda del relámpago, la codicia esquiva que ruboriza al cielo, la trenza de laurel». Versos así por siempre inyectados en la vena como se le inyecta nitroglicerina al infartado. —Alonso Ruvalcaba, autor de 24 horas de comida en la Ciudad de México.

El reino de lo no lineal, de Elisa Díaz Castelo
Fondo de Cultura Económica

Ya sabemos que la poesía cuenta y canta, pero ahora, por no sé qué desgracia de la que espero salgamos pronto, se ha creído que no debe cantar. El libro de Elisa lo consigue de manera inmejorable. —Malva Flores, autora de Estrella de dos puntas.

Poeta chileno, de Alejandro Zambra
Anagrama

Pocas veces los personajes de una novela me han caído tan bien. El final del libro es uno de los más maravillosos que he leído jamás. Sonreí mucho leyendo este libro. —Guillermo Quijas, editor de Almadía.

Hannah Arendt, de Samantha Rose Hill
ReaktionBooks

Nueva biografía crítica, con datos y documentos recientemente liberados. Introduce y valora todas las dimensiones de la obra de Arendt, la poeta, la crítica literaria y la pensadora fundamental del totalitarismo y sus súbditos. —Alberto Ruy Sánchez, autor de Dicen las jacarandas.

Los llanos, de Federico Falco
Anagrama

Los llanos fue uno de los libros que más disfruté y que más me conmovió en este 2021. La novela es el diario de una huerta, a la vez que el diario de una separación. El narrador intenta por medio de la escritura dejar constancia o entender aquello que no se puede controlar (los yuyos, el amor, la sequía, los sentimientos del otro), pero también intenta construir sentidos allí donde no los hay, y la gramática de la huerta y del diario íntimo funcionan como sostén o guías de ese vacío —ese vacío que puede tornarse pura potencia. Porque, en definitiva, nunca se sabe dónde o cuándo brotará el deseo. —Leonora Djament, editora de Eterna Cadencia.

Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño
Gallimard

Después de un mes leyendo textos mediocres, decidí releer Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, en las vacaciones de verano, solo por curiosidad, ya que no había leído nada de Bolaño desde hacía más de una década. Esta vez lo leí en francés, en la traducción de Robert Amutio, después de haber leído la novela en la traducción inglesa de Natasha Wimmer. Puedo confirmar que todavía está vigente, o, mejor dicho, que todavía lo está para mí. Volveré a leer más de Bolaño a su debido tiempo. En cuanto a libros nuevos, soy un gran admirador de Checkout 19, de Claire-Louise Bennett, una Malina para el siglo XXI. No hay muchos escritores en inglés que puedan escribir una frase mejor. —Jacques Testard, editor de Fitzcarraldo.

Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar
Debolsillo

«Así como el rasgar de cuerdas no explica el milagro de la música, el roce de los cuerpos no explica el milagro del amor»: las imágenes, el lenguaje y la belleza de las palabras, así como lo que sucede en la vida de este sabio emperador es espectacular y luminoso. Leo y releo. Yourcenar extraordinaria, traducción de Cortázar. —Maricela Guerrero, autora de El sueño de toda célula.

Claros del bosque, de María Zambrano
Alianza Editorial

A principios de año leí este libro de Zambrano, pensadora más cercana a Bachelard que a Ortega y Gasset. Desde la fundación del pensamiento hasta el nacimiento de la palabra, la autora analiza sus temas con osadía y se atreve a pensar creando. Ella habita el lugar ideal donde la filosofía y la poesía se tocan. —Julio Trujillo, autor de El acelerador de partículas.

Los árboles, de Claudia Peña Claros
El Cuervo

Estos cuentos de intensa materialidad y cambiantes perspectivas —humanas, animales, vegetales— ofrecen, como escribe Cristina Rivera Garza en Literal, «la atención extrema ante la posibilidad de realidades aún sin nombre (y seguramente, todavía por ahora, innombrables aún)». Cada cuento es un deslumbramiento único. —Robin Myers, autora de Having / Tener.

Por la tangente. De ensayos y ensayistas, de Jesús Silva-Herzog
Taurus

Muy recientemente leí Por la tangente. De ensayos y ensayistas, de Jesús Silva-Herzog. Se trata, sin duda, de uno de los mejores prosistas en lengua castellana. Se mueve dentro del ensayo —género que tan sabiamente analiza— como pez en el agua. Su lenguaje es límpido y conciso, sus ideas brillantes y precisas. Silva-Herzog es un estilista magistral, y no solo un escritor «de palabras», sino también «de ideas», como lo demuestra su vigorosa actividad de analista político. Puede uno estar de acuerdo, o no, con sus ideas en este último campo, pero nadie puede negar, con justicia, que Silva-Herzog es uno de los pilares de la literatura mexicana contemporánea. —Francisco González Crussí, autor de Ver. Sobre las cosas vistas, no vistas y mal vistas.

Claus y Lucas, de Agota Kristof
Libros del Asteroide

En un solo volumen, la edición de Libros del Asteroide incluye El gran cuaderno, La prueba y La tercera mentira, tres libros independientes que Kristof escribió con Claus y Lucas como protagonistas. Leídas en conjunto, estas obras sobre la crueldad y la infancia cobran una potencia impresionante. Con su estilo seco y preciso y su belleza libre de adornos, la autora cuenta la historia de dos hermanos que hacen lo necesario por sobrevivir a la guerra. Cada página que leía me resultaba más dolorosa que la anterior, pero con ese dolor que te vuelve adicta y te obliga a volver por más. —Isabel Zapata, autora de Una ballena es un país.

Una guía sobre el arte de perderse, Rebecca Solnit
Capitán Swing

Para Solnit no es lo mismo perder cosas que perderse uno mismo: lo primero tiene que ver con «la desaparición de lo conocido» y lo segundo «con la aparición de lo desconocido». Entre estos dos significados oscilan los ensayos de este libro, un recorrido por relatos personales y ajenos, entre la memoria y la investigación histórica, alrededor de la búsqueda de aquello cuya naturaleza se desconoce: de la música country a una historia de amor en el desierto destinada a desmoronarse. Probablemente mi favorito sea el de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, quien para dejar de estar perdido aprendió, en una expedición por el sur de Estados Unidos y el norte de México, «no a regresar sino a transformarse». —Imanol Martínez, autor de Tríptico sobre las despedidas.

El asedio animal, de Vanessa Londoño
Almadía

Londoño trabaja con el oído muy atento a la lengua que envuelve los mundos convocados. Y va armando un coro de voces que surge de los cuerpos heridos, de la tierra, del río, de los cuerpos deseantes, del silencio y de una memoria que revuelve y reinventa el presente. —Alejandra Costamagna, autora de El sistema del tacto.

Hasta no verte Jesús mío, de Elena Poniatowska
Era

Acabo de leer la conocida novela Hasta no verte Jesús mío, de Elena Poniatowska (¡25ª edición!), publicada originalmente hace ya la friolera de más de cincuenta años. Cuando por primera vez apareció, la situación económica de mi familia era tal que nuestra mayor prioridad era sobrevivir; la literatura venía en un distante segundo término. Después pude comprar un ejemplar, pero permaneció en un oscuro rincón de mi casa, conocido solo de una que otra araña. Hoy su lectura me ha hecho una poderosa impresión, porque tras de vivir más de cincuenta años en el extranjero, sin hablar mi idioma, vuelvo a oír a la gente de mi barrio. En efecto, en Hasta no verte los personajes hablan no solo el español, sino el español de México, y en particular el de los estratos sociales más humildes, donde yo viví. Verdaderamente me estremeció, hasta lo más oculto de las entrañas, reconocer los giros idiomáticos, las expresiones nativas, los colores vernáculos, tales como yo los sentí en mi infancia y juventud. Estoy seguro que, de haberlo leído cuando primero apareció, este libro no me habría conmovido tanto como ahora. —Francisco González Crussí, autor de Ver. Sobre las cosas vistas, no vistas y mal vistas.





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