La lectura nos permite salir del mundo

Enrique Redel, editor de Impedimenta, comparte sus lecturas memorables y los libros que construyen su biblioteca personal.

14 febrero 2021

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En esta serie de entrevistas alrededor de la lectura, Gris Tormenta desea mostrar a un lector obsesionado con un puñado de libros; una obsesión que invite a otro lector a asomarse a una mente, a una manera ajena de leer, y acercarse a esos títulos que quizá desconozca o no ha leído todavía. ¿Cómo y por qué se desarrollan sentimientos por un libro en particular? ¿Qué provocaciones podemos encontrar en la exposición de esas emociones? ¿Podemos llegar al otro a través de sus lecturas?


¿Cuáles han sido tus lecturas más memorables, los libros que relees o podrías releer?

El Ulises, de Joyce (lo habré leído diez veces a lo largo de mi vida); el canon de Tintín, de Hergé; Mason y Dixon, de Thomas Pynchon, o bien su Contraluz, que me parece, sin que muchos se hayan enterado, la tan ansiada «gran novela americana»; Nostalgia, de Mircea Cărtărescu.


¿Cómo sabes cuando estás frente a un texto inagotable, cómo se convierte en un clásico personal?

Cuando se me queda en la memoria, y empiezo a usar frases extraídas del libro en situaciones de mi vida (veo a dos señoras muy peripuestas y arregladas, de cierta edad, y pienso «mira, dos vestales de Dublín», como si fuera Leopold Bloom); cuando cambia mi percepción de la realidad, de quien soy, de dónde vengo. Cuando me parece que ha sido escrito para mí personalmente.


¿Cuál es el último que has descubierto?

Los amnésicos, de Géraldine Schwarz, editado en Tusquets. No puedo dejarlo.


¿Cómo es tu biblioteca, cómo está catalogada?

Por afinidades electivas. Porque hacen buena pareja o buen grupo, porque hacen bonito juntos. A veces por editoriales, si hacen buen lineal. No colocaría nunca juntos dos libros que no se lleven bien. Es lo mínimo que les debemos.


Un libro que te haya gustado mucho y muy pocos han leído.

No sé si mucha gente ha leído el Segundo diario mínimo, de Umberto Eco, pero durante una parte importante de mi vida me acompañaba allá donde iba, y yo creo que es un libro muy desconocido para el lector en general.


Un libro raro de tu biblioteca que —sospechas— nadie más en la ciudad tiene.

Un libro infantil de Poli Michelis, parte de la colección Aventuras de Negrito Revés. Es un libro que hoy sería considerado subversivo o políticamente incorrecto (por ejemplo, recomienda que cuando tu primo tenga sarampión te metas en la cama con él para que te contagie y así ya lo pasas y te lo quitas de en medio), y con el que aprendí a leer.


¿Cuál libro te ha hecho reír recientemente?

Hace mucho que no me río tanto como con Kennedy Toole o Evelyn Waugh. Quizá la última vez haya sido leyendo la traducción que nosotros mismos hicimos de Caída y auge de Reginald Perrin, de David Nobbs.

Retrato de Hergé, creador de Tintín, en su cumpleaños (1982).

Retrato de Hergé, creador de Tintín, en su cumpleaños (1982).


¿Cuáles libros has regalado o podrías regalar muchas veces?

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, el mejor libro de Murakami. O bien Mason y Dixon, de Thomas Pynchon.


¿Cuál es el mejor libro que te han regalado?

Una antología de cuentos infantiles muy básica, muy barata, muy anticuada, como la que me habría comprado con diez años, que mi madre me regaló un cumpleaños, cuando ya tenía casi cerca de 35, por sorpresa. Quizá es el libro más especial que me han regalado nunca.


Tu editorial —o colección— favorita.

Voy a lo evidente: Penguin Classics. En inglés. También los libros de la Library of America. De ambos tengo colecciones surtidas.


Tu libro más caro.

Una versión facsímil de las planchas completas de Little Nemo in Slumberland, de Winsor McCay. 150 euros. No es muy caro, pero como no soy coleccionista de primeras ediciones ni muy fetichista, supongo que en ese tramo los habrá más caros.


Un libro robado.

Historia de las Cruzadas, de Steven Runciman, en tres tomos, en Alianza, que luego subrayé y anoté hasta la extenuación. O el Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa, en la edición de Seix Barral, con la traducción de Ángel Crespo y la portada bellísima con el cuadro de Almada Negreiros. Suena mal decirlo, siendo editor como soy, pero durante un tiempo, cuando tenía quince, dieciséis años, fui un ladrón de libros bastante hábil (pero decente). Robaba exclusivamente en grandes almacenes y cadenas de librerías, donde sabía que no echarían de menos el volumen, o en donde no hacía mucho daño; nunca en librerías pequeñas. A veces hasta seleccionaba cuidadosamente, porque pensaba en alguien especial para un regalo, y se lo obsequiaba a alguien que apreciaba los libros buenos (un gusto que compartía con la mayoría de mis amigos, todos muy buenos lectores y muy voraces, que competíamos por la mejor pieza). En aquella época tenía absolutamente nada de dinero, y muchas ganas de leer cosas que no podía encontrar en las bibliotecas. Luego, cuando he ido haciéndome mayor, he odiado cada vez más a los ladrones de libros. No me reconozco en ellos.


Algo que no hayas leído todavía.

Nunca conseguiré acabar la tetralogía de Una danza para la música del tiempo, de Anthony Powell. Es una saga que requiere fuerza física y paciencia, y tiempo. Algo de lo que carezco.


Algo que «tenía que gustarte» y no te gustó.

Guerra y paz, de Tolstói. Soy yo, no el libro.


Algo que hayas aprendido de un libro recientemente.

Que es posible escribir un soberbio poema elegíaco sobre un cortacésped estropeado, como hace Philip Larkin en el poema del mismo nombre («El cortacésped» o «La podadora»).


¿Qué te ha dado la lectura o qué ha hecho posible?

Salir de aquí. Algo que de verdad ahora es muy importante, en estos tiempos en que estamos atrapados en un mundo del que no se puede huir. Salir de aquí.



Enrique Redel (Madrid, 1971) es editor español. En 2007 fundó Impedimenta (Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008), una editorial que nace «para recuperar clásicos incontestables, pero también para “fabricar” clásicos modernos».

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