Sobre ‘Una vocación de editor’
Fragmentos recogidos en diversos medios sobre el libro Una vocación de editor, de Ignacio Echevarría, un acercamiento personal a la figura y la labor editorial de Claudio López Lamadrid.
19 febrero 2021
¿Qué es un editor? ¿Qué hace? Me lo han preguntado cientos de veces y no creo haber dado nunca una respuesta convincente, pero ahora se me presenta una respuesta perfecta en forma de libro: Una vocación de editor.
— Julio Trujillo, «El arte de hacer libros», en La Razón.
Hay una descripción muy bella que hace sobre ese último proyecto que fue Caballo de Troya —una pequeña editorial dentro, y en contra, de la gran línea editorial general—, que descubría figuras emergentes. Tenía esa curiosidad y ese deseo de compartir, y también una cierta noción de que dentro de los países hispanohablantes, España es un país más. […] Este libro, además, hace un gesto que me parece muy importante, que era un gesto de Claudio: el de evitar el pensamiento apocalíptico. Decir: vamos a escuchar las voces emergentes, están pasando cosas interesantes y hay que abordarlas. En ese sentido es un libro que, por un lado, da tristeza leer, pero también abre una puerta.
— Lina Meruane, en la presentación del libro.
Que este homenaje provenga de un crítico, más allá de la amistad que unió sus vidas durante cuatro décadas, es un acto de amor, no ya al amigo, ni siquiera hacia al editor, sino al espacio en el que ambos se encontraron: el de los libros, el de la lectura, el de la edición, el de la prescripción, el de la crítica. […] No es la santidad lo que se perfila en estas páginas, sino que nos entrega la silueta de un editor astuto, azaroso, entregado e ilusionado, alejado del culteranismo vacuo, porque sabe acotar, también, los silencios y los espacios a los que es probable que una amistad no llegue, y eso, lejos de humanizarlo, o acaso por hacerlo más tangible, más cercano, lo torna más seductor, más sugerente.
— Antonio Jiménez Morato, «Una afortunada vocación», en Revista Penúltima.
La historia de esta postal del editor del siglo XXI inicia en la amistad y en el trabajo compartido. […] Este libro y esta colección son una invitación a seguir pensando los múltiples caminos que toma y construye un libro más allá de sus páginas.
— Ana León, «Claudio López Lamadrid. Ese editor», en Noticias Canal 22.
A ratos son unas «Vidas paralelas», siempre un análisis lucidísimo de la praxis editorial, atravesado por ráfagas de emoción contenida, más emocionante cuanto más contenida. Qué difícil y qué bien. Qué lujo. […] Quién consiga encerrar a Ignacio Echevarría a escribir unos «Escenarios de la memoria» (del que este libro podría ser un capítulo) será un héroe de nuestro tiempo.
— Gonzalo Torné, en Twitter.
Lo que más me interesó es que se trata de un relato en espejo. Una lección de cómo hablar de uno, y de lo más determinante del propio quehacer, sin apenas referirse a sí mismo. Esa sabiduría, esa madurez, ese ejercicio de adelgazarse, como un paseante de Giacometti, solo está al alcance de quien lleva décadas asomado a todas aquellas imágenes que se proyectan desde los mejores textos.
— Álvaro de la Rica, «Una vocación de editor», en Hobby Horse.
Echevarría ensaya en torno a las relaciones entre el mundo editorial y la crítica, en torno a los cambios y a las continuidades del llamado mundo del libro, en torno a la relación crítica con los textos y sus autores y en torno a esa literatura nueva que llega para obligarnos a repensar críticamente conceptos asumidos y buscar nuevas formas de lectura.
— Anna María Iglesia, «Claudio López Lamadrid: el lector, el editor, el prescriptor», en The Objective.
Echevarría habla de la figura del editor como DJ: esa persona que no está simplemente poniendo la música que le gusta, sino percibiendo la reacción del público y viendo lo que pasa. Pero también se podría hablar del crítico, o de cierta crítica, de la misma manera: una especie de mirar a la cultura, o hacer que la cultura se mire a sí misma.
— Pablo Duarte, en la presentación del libro.
A la edición y a todos los avatares que hay alrededor del libro —todos esos procesos tan meticulosos, tan precisos y al mismo tiempo tan complejos— de pronto les hace falta ser contados. No se conoce tanto sobre el trabajo de los editores, sobre todo el trabajo emocional. […] Este libro en particular creo que tiene una gran carga de mostrar cómo el proceso editorial es un proceso azaroso, fragmentario, dependiente de personalidades.
— Guillermo Núñez Jáuregui, en la presentación del libro.
Una evocación de nuestro añorado Claudio López Lamadrid: el editor del siglo XXI. Claudio, que nos enseñó mucho más de lo que creíamos: el amor al oficio, las relaciones con autores, la curiosidad, el atrevimiento, lo lúdico, la humanidad, lo artesanal, lo digital… la vocación.
— David Trías, en Twitter.
Una vocación de editor también podría ser un manual para quienes aspiramos a la edición editorial, un archivo histórico sobre la evolución del oficio y esos procesos revolucionarios que han sucedido a finales del siglo XX y principios del XXI.
— Josué Tello Torres, «El libro como el resultado de un proceso editorial», en Efecto Antabus.
Claudio López Lamadrid buscó desplegar una avanzada tecnológica. Quién hubiera pensado que alguien que se inició en el siglo pasado iba a entender mejor que muchos (que yo, por ejemplo) que la tecnología, más que un enemigo, podía ser una salvadora en medio de la vorágine moderna. Y aún más: era amigo de sus autores, les daba el trato que podrían haber tenido en los pequeños sellos, en los independientes.
— Nicolás Cuéllar Camarena, «Claudio López: el editor total», en Nexos.
El oficio de la edición y uno de sus más férreos oficiantes, desde la visión puntual del periodismo y la mirada amorosa de la amistad. Placer total de perfil, testimonio, memoria y crítica.
— Enrique Saavedra, en Twitter.
Lo más llamativo de este volumen es que en lugar de hablar de un adalid ante las fuerzas del mercado, opta por alguien que hacía un trabajo excepcional desde un sello cuya actividad más reconocible es engullirse a otros. Alguien que logró firmar contratos convenientes, sin perder de vista la calidad literaria, o el prestigio o la lealtad hacia ciertos autores, y que supo ver además a quienes marcarían rumbo en la literatura en habla hispana. Porque de eso también se trata el trabajo editorial.
— Eduardo Huchín Sosa, «Los entretelones del libro», en Letras Libres.
Cuando leemos este libro leemos a la vez sobre nosotros, en el ahora, no sobre alguien que fue contemporáneo de nuestros padres o abuelos. Esto cambia todo: hay perspectiva, pero no retrospectiva. Hay urgencia y crítica en las palabras porque se están refiriendo también al momento en que las leemos. La escritura presenta también por ello una excepción: no sigue la forma que generalmente se usa para hablar de los editores, teñida por la época lejana, histórica, anacrónica.
— Jacobo Zanella, «¿Cómo y por qué se recuerda a un editor?», en La Tempestad.
En Una vocación de editor, el editor —invisible por tradición— se convierte en protagonista para observarse a sí mismo y descubrir los engranajes de su oficio. Ignacio Echevarría retrata de cuerpo completo a su amigo y colega, Claudio López Lamadrid, quien fuera uno de los editores más importantes de la literatura en español.