El acto de estar leyendo se convirtió en mi lugar favorito
La editora Inmaculada Pérez Parra revela algunos títulos de su biblioteca personal, que —nos dice— nunca termina de crecer ni de contraerse.
12 junio 2020
En esta serie de entrevistas alrededor de la lectura, Gris Tormenta desea mostrar a un lector obsesionado con un puñado de libros; una obsesión que invite a otro lector a asomarse a una mente, a una manera ajena de leer, y acercarse a esos títulos que quizá desconozca o no ha leído todavía. ¿Cómo y por qué se desarrollan sentimientos por un libro en particular? ¿Qué provocaciones podemos encontrar en la exposición de esas emociones? ¿Podemos llegar al otro a través de sus lecturas?
¿Cuáles han sido tus lecturas más memorables, los libros que relees o podrías releer?
Ay, qué difícil. El primer libro que leí cuando tenía cinco años fue Peter Pan. Me quedaba en el colegio después de clase esperando a mi padre y la maestra me dejaba trastear en la biblioteca. Fue la primera vez que me di cuenta de que en los libros había magia. No sabría explicarlo con ese mismo espíritu de júbilo navideño infantil porque ahora soy mayor y una descreída, pero para mí fue un deslumbramiento feroz darme cuenta de que podía estar sola en una habitación, abrir un libro y que salieran cosas de allí dentro. El acto de estar leyendo se convirtió en mi lugar favorito.
Los Buddenbrook y Madame Bovary creo que fueron los primeros libros de personas mayores que leí. Quedé fascinada. Otros libros que me hicieron entender cosas de pronto, siendo yo una adolescente, fueron Hojas de hierba, El rey Lear, Nadja, Almas muertas, Rayuela (aunque ahora no nos guste a ninguno, confesemos que antes nos gustaba), Las cosas, de Perec, Las flores del mal.
Luego, Barthes y Onetti fueron un antes y un después en el universo.
Los libros que siempre releo son: Fuera de África, Pedro Páramo, El amante, Memorias de Adriano, Persuasión, Islas en el golfo, La montaña mágica, la Ilíada, El maestro y Margarita, Ocnos, La realidad y el deseo, Cumbres borrascosas, Kim, Las vidas, de Vasari, Jane Eyre, La belleza del marido, La isla del tesoro, El país del humo, Las personas del verbo, El astillero, La guerra que mató a Aquiles, la antología de Szymborska de Lumen.
¿Cómo sabes cuando estás frente a un texto inagotable, cómo se convierte en un clásico personal?
Lo sé porque me quedo completamente idiota y leo más despacio, y, cuando termino el libro, lo vuelvo a empezar.
¿Cuál es el último que has descubierto?
Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor; Ninguno es mi nombre, de Gil Bera; Bélgica, de Chantal Maillard; A quien los dioses destruyen, de Ruth Padel.
¿Cómo lees?
De cualquier forma y manera: sentada, tumbada, de pie en el metro, en los bancos de la calle, en las salas de espera, en la playa —que es casi donde más me gusta porque es donde más leía de pequeña—, con un lápiz para pintorroquear.
¿Cómo es tu biblioteca, cómo está catalogada?
Mi biblioteca es un desastre porque nunca termina de crecer ni de ser mutilada. Tengo los libros separados por: poesía, teatro, libros de cine, libros de arte y todo lo demás aparte. El año pasado separé todo lo demás en autoras y autores, para darme cuenta del desequilibrio real, y todo está ordenado por orden alfabético en principio, cosa que luego es falsa porque los libros nuevos que van llegando van haciendo montañitas por toda la casa.
Un libro que te haya gustado mucho y muy pocos han leído.
Hasta hace poco, Eisejuaz, de Sara Gallardo, que es un poco complicado de leer y, antes, de conseguir. Ahora lo han reeditado acá y allá y se acabó el misterio, cosa que me alegra.
Un libro raro de tu biblioteca que —sospechas— nadie más en la ciudad tiene.
Los poemas de Silvina Ocampo en francés en la edición de José Corti, Poèmes d’amour désespéré.
¿Cuáles libros has regalado o podrías regalar muchas veces?
Regalo mucho Doña Juana de Castilla, de Jakob Wassermann; Alejandro Magno, de Pietro Citati; y Eros, de Anne Carson. He regalado muchas veces también la antología de Szymborska de Lumen y la de Gil de Biedma de Cátedra.
Tu editorial —o colección— favorita.
Si digo Dioptrías es trampa porque es mía. Me gustan mucho Minúscula y Wunderkammer y, de las grandes, Acantilado. Aunque creo que de las editoriales que más libros tengo son Folio y Seuil.
Tu libro más caro.
Una edición de Moby Dick carisísima. Colecciono ediciones de Moby Dick y de Pedro Páramo, tengo que decir.
Un libro robado.
Adiós al otoño, de Witkiewicz. Está descatalogado en español, y me lo llevé de la biblioteca porque durante años fui la única que lo sacaba para leerlo una y otra vez y no conseguía encontrarlo en ninguna parte.
Algo que no hayas leído todavía.
Millones de cosas que tengo acumuladas sin leer. El infinito es un junco, por ejemplo. O las cartas de Mary McCarthy y Hannah Arendt que me acabo de comprar.
¿Qué te ha dado la lectura o qué ha hecho posible?
La lectura y la música me lo han dado absolutamente todo, desde refugio, amigos, amores, a mi profesión. Sin libros no habría sobrevivido más allá de los doce años en este mundo horroroso.
Inmaculada Pérez Parra es traductora y editora española. Tradujo Mi año de descanso y relajación, de Ottessa Moshfegh, una de las lecturas favoritas de Gris Tormenta en 2019. También ha traducido videojuegos al español como Dragon Quest XI. Edita en Dioptrías, una joven editorial que publica principalmente no-ficción literaria.