La lectura me ha dado memoria, no solo recuerdos
César García habla del reencuentro con los libros leídos: las nuevas experiencias y descubrimientos que provoca.
25 mayo 2020
En esta serie de entrevistas alrededor de la lectura, Gris Tormenta desea mostrar a un lector obsesionado con un puñado de libros; una obsesión que invite a otro lector a asomarse a una mente, a una manera ajena de leer, y acercarse a esos títulos que quizá desconozca o no ha leído todavía. ¿Cómo y por qué se desarrollan sentimientos por un libro en particular? ¿Qué provocaciones podemos encontrar en la exposición de esas emociones? ¿Podemos llegar al otro a través de sus lecturas?
¿Cuáles han sido tus lecturas más memorables, los libros que relees o podrías releer?
Si bien he releído varios libros, en realidad nunca me lo propuse. Jamás me he dicho: «Deberé releer este libro en el futuro». Ocurrió como cuando dejas de ver a un amigo durante mucho tiempo y, de pronto, por casualidad, te lo vuelves a encontrar y redescubres por qué conectaste con él desde el principio, solo que ahora encuentras algo muy importante y completamente nuevo en su personalidad; provoca en ti una reacción que que antes no habías experimentado, un rasgo que aún no estabas listo para percibir y relacionarte con él. Así que mis relecturas han sido reencuentros y vastos descubrimientos al mismo tiempo. Les comparto tres ejemplos:
1984, de George Orwell. La primera vez que lo leí tenía catorce años. Me capturó enseguida, pero sentí, en aquel entonces, que algo importante se me escapaba, y no fui capaz de enunciarlo. Veinticinco años después lo releí y me causó una impresión aún más honda, al punto que me hizo dudar si lo había leído antes y mi recuerdo no había sido más que un deseo de lectura juvenil. Pero encontré la edición que leí a los catorce años en una vieja caja de libros en casa de mi madre, aún con algunas partes subrayadas y anotadas por mí, así que sí sucedió después de todo. Lo que fue sembrado en mí a los catorce años brotó veinticinco años después con una fuerza inaudita; lo que era una instintiva desconfianza a las instituciones y sus medios de control y supervisión se transformó en una convicción total —Snowden solo me lo demostró.
Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski. Esta fue una de las lecturas más trascendentales durante mis estudios de licenciatura. La proclamada superioridad moral y existencial de Raskólnikov no hizo más que dotar de combustible mis propios delirios de grandeza, y así encubrir la profunda inseguridad que sentía sobre mi propia identidad. Fue a raíz de la lectura de Los demonios, del mismo autor, que releí Crimen y castigo, y en esta ocasión lo que me sacudió fue la total pérdida de fe del personaje. En mi primera lectura, Raskólnikov falló al confesar un crimen —donde con certeza yo triunfaría. En mi segunda lectura, Raskólnikov entrega su vida al castigo como una forma de recobrar la fe perdida.
Hagakure, de Yamamoto Tsunetomo. Como todos los miembros de mi generación que vimos Ghost Dog, de Jim Jarmusch (al estrenarse en alguna muestra internacional de cine), quedé fascinado con ese texto críptico y sutil que guiaba los pasos de Forest Whitaker a lo largo del filme. Corrí a la librería y conseguí una horrible y flaca edición, probablemente muy mal traducida. Muchos años después, durante mi primer viaje a Japón, encontré una hermosa edición traducida al inglés referenciada con rigor y gusto. Empecé a releer Hagakure estando aún en Kioto junto con un par de libros más sobre el zen y su relación con la cultura japonesa. ¿Cómo poder describir la gigantesca transformación que el libro operó delante de mis ojos inmerso en la cultura que lo generó? Salir a la calle en Japón y comprobar que todas la sutilezas del espíritu descritas en un libro escrito hace casi cuatrocientos años eran aún actuales revolucionó todo en mi interior.
¿Cómo sabes cuando estás frente a un texto inagotable, cómo se convierte en un clásico personal?
Nunca lo he sabido en realidad, pues en dichos textos inagotables la primera lectura carece de vida y tiempo del lector para poder dar cuenta de lo que ahí experimentó. Sospecho, por experiencia propia, que un libro se convierte en un clásico personal cuando tu propia vida te arroja a la cara, sin piedad alguna, una profunda asimilación del significado real del libro, y terminas por incorporarlo a tu identidad.
¿Cuál es el último que has descubierto?
Killing Commendatore, de Haruki Murakami. Soy ávido lector de Murakami en su traducción al inglés — hasta antes de este libro, mi favorito era 1Q84. Hoy ya no estoy tan seguro, pues hubo un gran crecimiento en su obra de 1Q84 a Killling Commendatore, colocando a este último, según mi humilde opinión, en un lugar de muchísima madurez como autor.
¿Cómo lees?
Leo compulsivamente y de forma competitiva, ya que siempre tengo dos o tres libros en francés, inglés o español que se pelean a muerte por mi tiempo de lectura. Leo con un lápiz en la mano porque necesito subrayar los libros que me apasionan. Leo en la computadora, leo en el Kindle e incluso alterno los formatos. Cuando leí Infinite Jest, de David Foster Wallace, me relacioné con un libro de más de mil páginas, así que no era una edición muy portátil, pero mi necesidad de avanzar en el texto me pidió adquirir el e-book que me acompañaba en mi Kindle a todas partes. Si bien me encanta el objeto-libro, los e-books son una gran opción para acceder a ediciones agotadas o nuevos lanzamientos.
Desde hace ya varios años, se ha consolidado en mí la profunda convicción de que leer y escribir son, en realidad, una misma actividad que tuvimos que separar por un tema de metodología en la enseñanza. Y hemos vivido bajo el artífice de una falsa división lectura-escritura. Es así como la lectura ha crecido en mí: borrando esa frontera educativa entre ambas actividades del espíritu. Si leo, escribo. Y si escribo, leo. ¿Dónde ocurre la escritura cuando leo? Justo en el mismo lugar donde la lectura me impacta: en la forma del pensamiento.
¿Qué género lees más?
En cantidad de libros, tal vez el género que ocupa más espacio en mi biblioteca personal es la novela policiaca, pues en su gran mayoría se trata de textos de muy fácil lectura y entre trescientas o cuatrocientas páginas, así que los terminas durante un fin de semana como parte de tus actividades de desconexión de la vida cotidiana. Pero también tengo una gran cantidad de libros de fantasía y ciencia ficción.
¿Cómo es tu biblioteca, cómo está catalogada?
Fue mi hija la encargada de catalogar mi biblioteca, ya que nunca me di el tiempo desde la última mudanza para hacerlo. Hasta donde ella misma me explicó, usó tres criterios principales: división de idiomas, autores y tamaños de los libros. Criterios que debo decir han resultado no solo prácticos para localizar los textos, sino también dieron lugar a una disposición muy armoniosa de los libros, ya que ascienden y descienden en su horizonte a lo largo de los estantes.
Un libro que te haya gustado mucho y muy pocos han leído.
La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud, y Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. ¿Cómo puede ser esto posible si se trata de dos libros «míticos» integrados sin duda a la cultura popular? Sí, en efecto, se trata de dos libros archiconocidos, pero tengo la íntima convicción de que también se trata de dos obras muy poco leídas en realidad. ¿Cuál podría ser la demostración de ello? Simple: cada vez que alguien los cita, siempre son los mismos pasajes. Copy-paste.
Un libro raro de tu biblioteca que —sospechas— nadie más en la ciudad tiene.
Un viejo libro de gran formato, pasta dura (creo que de madera), texto a dos columnas y con lugar y fecha de publicación Garder City, New York, 1942. ¿El título? A Conrad Argosy. Una recopilación de los principales textos —según los editores en Doubleday, Doran & Company, Inc.— de Joseph Conrad. El olor que desprende es exquisito.
¿Cuáles libros has regalado o podrías regalar muchas veces?
Regalar un libro es una actividad muy frecuente en mí, y a decir verdad, solo recuerdo el último que regalé: Talking to Strangers, de Malcolm Gladwell. El que sí recuerdo bien, porque lo he regalado en múltiples ocasiones a personas muy diversas (niños y adultos, por supuesto), ha sido Le petit prince, de Antoine de Saint-Exupéry.
Tu editorial —o colección— favorita.
Mi colección de libros favorita es La Pléiade. Se trata de ediciones en formato de bolsillo, pasta dura (creo que es imitación de piel con motivos dorados sobre fondo color vino), papel delgado pero muy resistente (color bambú), separador de listón y tipografía Garamond, creo. Se trata de libros-objeto muy hermosos no solo en lo visual, pues cuando lees algún tomo se siente, digamos, mejor balanceado que otros libros del mismo peso. Por sí mismos son libros que procuran un placer sensible cuando te relacionas con ellos. ¿Caros? Sí, mucho.
Tu libro más caro.
No recuerdo bien cuánto pagué pero sin duda compite con las pocas ediciones de La Pléiade que tengo. Se trata de una edición conmemorativa de Don Quijote de la Mancha ilustrada por Dalí.
Un libro robado.
Tengo derecho a guardar silencio.
Algo que no hayas leído todavía.
¿Conocen la Biblioteca François Mitterrand? Todo lo que hay en su interior. Nah. Tengo vergüenza de reconocer que una de mis mayores carencias en literatura contemporánea es la obra de Stephen King. Lo sé, es lamentable. Pero la buena noticia es que ya compré The Shining y Doctor Sleep.
¿Qué te ha dado la lectura o qué ha hecho posible?
Me ha hecho humano de la forma más sutil posible. Me ha dado esperanzas cuando todo lo demás ha fallado. Ha dotado de profundidad a mi espíritu y no solo a mi inteligencia. Me ha proporcionado las raíces para los movimientos y las acciones de mi pensamiento y mi espíritu. La lectura me ha dado todo lo que le he pedido: entretenimiento, educación, obsesión, consuelo, inspiración, descanso e identidad. La lectura me ha salvado la vida en más de un nivel. La lectura me ha dado memoria y no solo recuerdos. La lectura ha hecho posible que trascienda no solo mi identidad, sino también mi cuerpo. Ha hecho posible que me reconcilie y asuma mi propia mortalidad mucho más de lo que pude imaginar. La lectura me ha mostrado la enorme importancia de leer lo que yo mismo he escrito desde un horizonte de provocación e insatisfacción, pero al mismo tiempo de esperanza y placer. La lectura ha sido muy generosa conmigo, en verdad, pues me ha dado miles de vidas y muertes, y ha hecho posible que me relacione con una experiencia sensible imposible de perder, extraviar o descomponer.
César García es director creativo y crítico de cine especializado en filmes que no existen. Forma parte del exclusivo colectivo de escritores No Hay Banda, del cual es el único miembro.