Relaciones e intercambios dentro del texto: siete discursos paralelos con vida propia

Cuando las notas a pie de página se convierten en parte inusual de la narrativa y la lectura.

12 mayo 2024

Jim Fingal (izquierda) y John D’Agata se enfrentan intensamente durante siete años en las notas del libro The Lifespan of a Fact © Margaret Stratton


A propósito de la reciente publicación en Gris Tormenta de Un cuento de Navidad, de Alejandro Zambra, con edición, prólogo y notas de Andrés Braithwaite, presentamos aquí una lista de siete libros y textos en donde aparece una conversación o narrativa paralela en las notas a pie de página —y en donde estas notas llegan a convertirse en un aparato con vida propia que se suma o enfrenta al texto principal, modificando irreversiblemente su lectura y su memoria.

La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, 1940.

Desde su publicación inicial, La invención de Morel se imprime con el famoso prólogo de Jorge Luis Borges y una serie de notas al pie de un supuesto editor. Aunque un lector poco avispado podría llegar a pensar que, en efecto, el editor real del volumen decidió explicar los pasajes oscuros de la novela a través de estas acotaciones, desde su primera intervención comenzamos a sospechar lo que luego se confirma: Bioy Casares es el autor tanto del «diario» del fugitivo anónimo como de estas notas. Dado que el propósito de las notas es el de desacreditar al narrador, queda claro que el «editor» es también una creación del propio Bioy Casares.¹

 

«Teoría del escombro», de Juan Cárdenas, 2021.

En este texto, que tiene como subtítulo «Una fabulita bioluminiscente sobre el futuro del arte» [e incluido en la antología En una orilla brumosa], el autor hace una arqueología inversa. Tras el derretimiento del manto helado de las enormes montañas que rodean el valle de la ciudad enana, una serie de esporas invisibles que estaban atrapadas entre el suelo y el hielo volaron sobre los tejados y se diseminaron. Una serie de notas al pie, cada tanto, nos «explican» con datos «duros», históricos, teóricos o científicos, los disparates de la fábula. El texto y las notas al pie emplazan un horizonte invertido en el que la superficie se comporta como el subsuelo y nos pide que atendamos a lo que está enterrado allá abajo en lugar de a lo que se erige monumentalmente.²

 

El fill del corrector, de Adrià Pujol Cruells, 2018.

El autor del libro es hijo del corrector intermitente de los textos de Josep Pla. La «traducción» al castellano es obra —y gracia— de Martín Giráldez; y el libro es uno y trino (o tríada), pues al texto en catalán (a la izquierda) y en castellano (a la derecha) se adicionan ciento catorce notas al pie, o en medio, o íntegras, que aderezan, desplazan, usurpan, devoran el texto de uno y de otro, con un intercambio de impresiones, digresiones, circunvoluciones entre el autor, el traductor y alguna esporádica de los editores. Giráldez, que entiende la traducción como escritura, añade a su traducción párrafos de su cosecha, multitud de referencias a textos y autores, con ese gracejo inigualable suyo, codeándose ahí con Pujols, escribiendo por él.³

 

The Lifespan of a Fact, de John D’Agata, 2012.

En 2003, la revista Harper’s le pidió a John D’Agata que escribiera un ensayo que finalmente fue rechazado por desacuerdos relacionados con la veracidad de los hechos que presentaba. Ese ensayo fue aceptado por otra revista, The Believer, pero tenía que pasar por el escrutinio de su fact-checker, Jim Fingal. Lo que resultó de ese encargo fueron siete años de discusiones, negociaciones y revisiones mientras D’Agata y Fingal se debatían en los límites de la no ficción literaria. Este libro incluye un primer borrador del ensayo de D’Agata, junto con los extensos intercambios entre D’Agata y Fingal en torno al texto como notas al pie. ¿Hasta qué punto es negociable un hecho? Lo que surge es una meditación sobre la relación entre «verdad» y «exactitud» y una conversación sobre si es apropiado que un escritor sustituya una por la otra.⁴

 

Of Solids and Surds. Notes for Noël Sturgeon, Marilyn Hacker,* Josh Lukin, Mia Wolff, Bill Stribling, and Bob White, de Samuel Delany, 2021.

*Susan Laity: «He tenido el placer de editar dos de las traducciones de Marilyn Hacker: los poemas de Hédi Kaddour y los poemas de Jean-Paul de Dadelsen. Creo que no estaría de más un comentario aquí diciendo que el mundo es un pañuelo». Samuel Delany: «Me gustaría que me permitieras incluir algunos de nuestros intercambios. Creo que muchas personas que leen libros como este no se dan cuenta de lo pequeño que puede ser el mundo combinado de escritores y editores en varios niveles». En este libro, Delany nos da sesenta y ocho respuestas a la gran pregunta: «¿Por qué escribo?». Y también se nos ofrece una visión única del proceso de escritura, por así decirlo, a través de singulares intercambios en las notas a pie de página entre Delany y su correctora, Susan Laity. En estas notas escuchamos sus entrañables comentarios.⁵

 

«Nota al pie», de Rodolfo Walsh, 1967.

Este cuento tiene tanta miga que da para una tesis doctoral. Uno empieza a leerlo, y, efectivamente, en el último párrafo de la primera página se encuentra con un asterisco intruso que le remite a la parte inferior. Por lo general, esto de las notas al pie en literatura levanta pasiones y no deja indiferente a nadie, ya el mundo se suele dividir claramente en lectores pronotas y lectores antinotas al pie. Así, los que se adscriban a este último grupo se dirán: «Ya empezamos», al darse de bruces con el molesto asterisco. Sin embargo, la nota —las notas, porque enseguida el lector advertirá que se trata de un procedimiento recurrente— con la que uno se encuentra no tiene nada que ver con las clásicas notas al pie: esas de las que traductor o editor se suelen valer para aclarar detalles históricos, culturales o lingüísticos. Las sucesivas notas al pie de este relato de Rodolfo Walsh conforman un discurso paralelo que se opone —que contradice— y que termina por imponerse al discurso dominante, el del cuerpo del texto.⁶

 

Un cuento de Navidad, de Alejandro Zambra, 2023.

Podemos decir que este libro no está escrito únicamente por Zambra, sino por él acompañado de Andrés Braithwaite (su editor). Cada una de las notas al pie del libro está escrita por este último, con la estudiada minuciosidad que, leyendo esta historia, imaginamos suya. Sus comentarios son múltiples: uso de comas, especificaciones semánticas, precisiones espaciales o temporales, todo tipo de acotaciones alegres o irónicas. Las notas y el texto conversan, hay un ida y vuelta que amplía el relato hacia una zona metatextual. Visualizamos quizá por primera vez el trabajo de un editor, y esto nos hace pensar en esas mismas palabras de un modo más profundo, más vivo; nos saca del embelesamiento de la ficción y nos devuelve al propio trabajo literario. Otras veces la nota funciona casi como uno de esos papelitos que se dejan entre sí personas que viven juntas: le avisa que se va a dormir porque está muy cansado, o que se quedó escuchando una canción que, párrafos atrás, se había recomendado.⁷

 
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