Los trabajos y los días

El siguiente texto de Daniela Tarazona es el prólogo de ‘Momo en los infiernos’, de Guillermo Espinosa Estrada (colección Editor, Gris Tormenta, 2023). El libro es una puesta en escena sobre los reportes de lectura, la dictaminación de manuscritos y los absurdos del campo editorial actual.

27 noviembre 2023


En el mundo sin orillas donde nos tocó vivir sobran libros. Nadie podría leer la totalidad de sus páginas. Y más allá de las mesas y los estantes de las librerías están los manuscritos que nunca verán la luz. Su destino oculto o borrado es responsabilidad, en cierta medida, de la persona que los haya dictaminado para evitar su publicación. Pero ¿habrá entre ellos alguna maravilla de la que nos perderemos? Es probable. Desde hace ya un tiempo parece que los dictámenes responden a las necesidades del mercado editorial. Se rumora que hay editoriales en donde la publicación de un libro recae en la persona responsable del área de ventas —en este escenario el dictaminador es un pretexto. De hecho, se sabe que más de un par de incisos a completar en un informe de lectura implican respuestas proyectivas sobre el porvenir comercial del libro. Como si el dictaminante fuera, además, un engendro: mitad pitonisa y mitad experto en marketing. Por eso, en «Momo en los infiernos», presenciamos diálogos y escenas que son desvíos acerca de la Gran Representación en el teatro de las publicaciones y las intenciones editoriales.

Como si los sujetos dictaminantes fueran especialistas en el concepto de architexto de Gérard Genette, sus ojos atraviesan los lomos de millones de libros para atribuirse el poder de descartar o incluir un manuscrito dentro de un catálogo. Eso no tendría por qué ser problemático: la historia de la literatura está hecha también por los lectores. El conflicto aparece cuando los criterios para borrar o hacer aparecer un texto se confunden con asuntos extraliterarios. Es decir demasiado, porque aquí Momo está en los infiernos y desde luego no consigue hacer su trabajo como quisiera.

En el sótano de esta obra de teatro se han reunido los manuscritos no solicitados que nunca serán publicados. El trabajo de Momo, el dictaminador que invoca a la mitología griega, cuenta con las facultades de dar luz o enviar al olvido las páginas que no serán leídas. Las Benévolas, medias hermanas de Momo, atestiguan, a la manera de un coro, las decisiones de él, mientras procuran marcar nuevas tendencias de lectura. La función no inicia, sino que recomienza cuando no ha empezado, porque hay un sinnúmero de manuscritos por descartar.

En tiempos de acumulación como los que vivimos, Guillermo Espinosa Estrada ha echado mano de la ironía para escribir esta singular obra de teatro. ¿Cuál es el papel del dictaminador dentro de la Gran Representación del mundo literario? ¿Es un cazatalentos? ¿Puede, en realidad, encontrar entre la pila de manuscritos un diamante en bruto? ¿Por qué sí es importante su «chambita»? ¿De qué criterios parte para dictaminar una obra? Los ojos engolosinados de los editores brillan ante los blurbs; entonces, ¿quién podrá salvarnos de la paja en las mesas de novedades? Pero ¿esa paja no es necesaria para que otros libros menos comerciables se puedan publicar? Y mientras Momo continúa con sus parlamentos para reivindicar su tarea porque «a él le pagan para perpetuar la ilusión de meritocracia» se lanzan al mundo más y más libros con el mismo ímpetu con que se multiplica la ropa desechable o se destruyen ecosistemas para obtener aceite de palma.


Hace tiempo que Momo está desilusionado frente a lo que se publica. Las «prosas de algoritmo» se atreven a llevar un cintillo celebratorio. La literatura sobrante, que es la mayoría, piensa Momo.

Si el lector, a las luces de alguna teoría de la recepción, pudiera entenderse como cocreador, Momo representa la lectura imposibilitada. Sus ojos no ven el cauce de sus ideales. Sus ambiciones no alcanzan a cumplirse, su notoriedad no existe y encima gana poco dinero. La frustración de Momo, el sujeto dictaminante, es parecida a la nuestra. Vamos en busca del libro que deseamos leer con la procuración de una necesidad honda y casi imposible de satisfacer. Parte de lo que encontramos en las mesas de novedades no es aquello que nuestra imaginación anhela, sino, como dice Momo, esas prosas atravesadas por la técnica más primaria: con la voz en off de la Máquina y el lamento sostenido de la suerte que no existe cuando se busca la profundidad de algún concepto a través de Google.

En el ensayo «Google: el lenguaje más allá de la gramática», Borys Groys señala que nuestra relación con las palabras ha cambiado tras el uso de esta plataforma, «la primera máquina filosófica conocida que regula nuestro diálogo con el mundo». Los manuscritos por escribirse ¿serán dictaminados por la inteligencia artificial? Desde hace tiempo, la voluntad de los sujetos dictaminantes está definida por el algoritmo y este por los clics de «me gusta» o «me disgusta». Tal vez quien esté dictaminando a través de nosotros sea la propia Máquina. Fabulo que Momo diría de manera enérgica: «Si se trataba de apretar un botón, siempre hubiera sido mejor escoger la tecla de borrado» —aunque la Máquina suma y resta sin cesar para asegurar que su operación es infalible. Pero ¿las preguntas que hacemos a la Máquina conducen a que escribamos mejor? Momo diría: «Nada de esto vale la pena, dejemos en el sótano los manuscritos sobrantes». Y allí los dejamos, no importa que se hayan convertido en libro. La pretensión es contrarrestada por la trituradora. La última morada de un libro puede ser la prensa que lo convierta en confeti. Antes de eso, podría haber sido hecho trizas en el despacho de alguna editorial, pero esto no legitima al libro. Gracias a los dioses, como el que da nombre a Momo, el misterio de una obra literaria que atraviesa el tiempo pervive y, tal vez, sea cada día más indescifrable. Nada hay nuevo bajo el sol, pero el sol calienta a la Tierra más que antes.

¿Para qué seguir escribiendo en un mundo como este, Momo? No lo sé. Supongo que para buscar el sentido donde no existe o es diferente al que nos ofrece esta descoyuntada realidad. Porque el purgatorio ya tuvo lugar y lo que resta es internarnos en las llamas del averno para continuar con el trabajo.


—Daniela Tarazona



Momo en los infiernos, de Guillermo Espinosa Estrada, es una puesta en escena sobre los reportes de lectura, la dictaminación de manuscritos y los absurdos del campo editorial actual.

Guillermo Espinosa Estrada (Puebla, 1978) es profesor, ensayista y crítico literario. La mirada incisiva sobre la risa se ha convertido en un tema central —que limita con lo obsesivo— en sus escritos.

Daniela Tarazona (Ciudad de México, 1975) es narradora, ensayista y editora. Recibió el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz en 2022. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

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