Un editor: alguien a quien le gusta muy poco de lo que lee
Les preguntamos a algunos editores literarios cuántos manuscritos (o libros) rechazan (o leen) por cada uno que publican. Compilamos esta lista con las respuestas que nos enviaron.
18 septiembre 2024
En Montevideo todo el mundo escribió una novela o un poemario o una canción. Hay una altísima sensación de literaturidad atmosférica. La cantidad de manuscritos que nos llegan es una avalancha de nieve y ninguna estaca es capaz de asegurarnos. Por más que uno de esos manuscritos espontáneos llegue a formar parte de los aproximadamente doce títulos que editamos al año, hay cientos —digo cientos sin riesgo de exageración— que desbarrancan o quizá en el mejor de los casos hacen base en otro campamento. Unos sepultan a los otros y con dolor perdemos a veces la capacidad incluso de rescatarlos del caos para darles una palabra de aliento. Pero ese paisaje inesperado, incontenible, difícil de modelar, incluso con sus picos radiantes y sus fondos lodosos, es al fin el panorama literario del país. —Julia Ortiz, Criatura
Nunca hicimos el cálculo de cuántos libros recibimos y leemos en relación con los que efectivamente publicamos. Pero claramente lo que publicamos es una mínima parte de lo que leemos, dado que el plan anual de publicaciones es acotado, unos quince libros al año, y, en cambio, la producción escrituraria actual es saludablemente enorme y diversa. Habría que seguir analizando los rechazos editoriales. No solo porque es uno de los momentos menos placenteros, sino porque, como han señalado muchos editores, los catálogos se pueden definir más por lo que han rechazado que por lo que publicaron. Lo que sí tengo claro es que decidir no publicar un libro no habla tanto de las cualidades de ese manuscrito, sino de las búsquedas, a veces precisas, a veces a tientas, de cada editorial. —Leonora Djament, Eterna Cadencia
La editorial Pre-Textos, pese a tener la recepción de originales por el momento vedada, recibe aproximadamente un centón mensual de propuestas de edición. De esas no se publica ni el uno por ciento. Este es un país en el que demasiada gente tiene la osadía de creerse escritor cuando no ha leído ni un solo libro en su vida. —Manuel Borrás, Pre-Textos
Hace años, cuando empezamos Chai, leíamos diez o doce libros para encontrar uno. Discutíamos las virtudes y defectos, pedíamos informes de lectura antes de decidirnos. En este tiempo dejamos pasar autores que al poco tiempo ganaron el premio Nobel y el Pulitzer, libros que resultaron muy exitosos en otras editoriales. La lista de los libros rechazados es quizá tan importante como los que llegamos a publicar. Esas elecciones armaron la lógica del catálogo, que siempre está guiada por el disfrute. Escapamos al cálculo. Con el tiempo se afinó la mirada, los canales a través de los que recibimos propuestas o encontramos autores, y ese ratio mejoró. Hoy no necesitamos terminar un libro para rechazarlo o entusiasmarnos, y leemos tres o cuatro por cada libro que contratamos. —Santiago La Rosa, Chai
Detrás de un catálogo que crece con lentitud hay un rechazador compulsivo. Y esa es también una de mis definiciones (secretas) favoritas de qué es un editor: alguien a quien le gusta muy poco de lo que lee. En Pequeño Editor solemos declinar la publicación del noventa por ciento de las propuestas que nos llegan. Para ponerme a salvo de ese malestar, he terminado por convencerme de que nada está más cerca de malinterpretar a su lector como un libro para la infancia. Y es exactamente ese el punto de negociación: cómo concebimos autor y editor al niñe lector. —Raquel Franco, Pequeño Editor
Para una editorial tan pequeña, la proporción de publicados y no publicados es de una asimetría casi cómica. No tanto por los manuscritos rechazados, sino por los libros que nos gustaría publicar y no podemos: ¡a los editores también nos dicen que no! En cuanto a ejercer el rechazo, esa debe ser la parte más desagradable del oficio: implica una falsa autoridad sobre la calidad literaria; el editor, en realidad —bien lo dijo Constantino Bértolo—, lo que valora es si algo merece dejar de ser privado o no. —Jochen Vivallo, los tres editores
El rechazo editorial es inherente al derrotero de un catálogo. Sin rechazo no habría impronta, identidad. Decidir qué publicar es trabajar con la sombra del rechazo. En Fiordo, como en cualquier editorial, el rechazo puede adoptar distintas formas más o menos reconocibles. Por un lado está la búsqueda activa de títulos basada en intuiciones y deseos, pero observando la necesidad del catálogo en su conjunto: el rechazo se presenta inevitable si un tema se repite demasiado, si la voz narrativa es similar entre libros, si los textos son coyunturales y relacionados con asuntos de época transitorios, si el antecedente con un autor o autora no fue bueno en lo personal o comercial o si las propuestas que llegan a la editorial son inconsistentes e irreflexivas. Por otro lado se encuentra el rechazo que sufren las editoriales de parte de las agencias o los mismos autores y autoras. Tal vez el peor rechazo que puede vivir una editorial en este sentido es perder un título que ha trabajado a lo largo del tiempo y ha logrado instalar entre los lectores, cuando una agencia opta por no renovar los derechos. —Salvador Cristofaro, Fiordo
Por fortuna, prácticamente no tengo que leer muchos libros más allá de los que publicamos. Esto es así porque desde hace unos años trabajamos a «catálogo cerrado». Como nuestro plan editorial es muy acotado en cantidad de títulos, y como aproximadamente el noventa por ciento de los libros que publicamos son títulos que salimos a buscar nosotros, no necesitamos evaluar material no solicitado. Trabajamos con autores cuyas obras ya conocemos, sea porque los venimos publicando desde sus inicios o porque leímos sus libros previos. Es cierto que a veces nos llegan textos que no hemos solicitado, pero nos basta con leer algunas páginas para saber si allí hay algo que iría bien con nuestro catálogo (y en ese caso lo seguimos leyendo) o si, por el contrario, es material que no tiene que ver con Blatt & Ríos. En esos casos, nos evitamos la lectura. —Mariano Blatt, Blatt & Ríos
Al ser Barba de Abejas una editorial sumamente minúscula que manufactura las publicaciones y las distribuye cuerpo a cuerpo, y al dar yo talleres regulares de autopublicación y edición artesanal, tiendo a creer que es baja la cantidad de gente que escribe movida por esa suerte de dinámica propia de la edición tradicional. Así y todo es muy posible que acabe recibiendo, por correo electrónico y en promedio, una docena de propuestas al mes. Debo decir que nunca logré interesarme por nada que me llegue de esa forma. —Eric Schierloh, Barba de Abejas
A pesar de que nos llegan varias propuestas —de una a tres por semana—, es muy raro que lleguemos a leerlas. Las respuestas de Alias suelen ser: «Muchas gracias por tu interés, pero no recibimos manuscritos», «No editamos poesía, recomendamos que intentes contactar a X o Y» o «No ofrecemos servicios editoriales, te deseamos mucha suerte en tu búsqueda». La mayoría de estas llegan con una evidente falta de comprensión sobre el corte y los objetivos de la editorial. Son escasas las ocasiones en que recibimos algo claramente dirigido a Alias; algunos de esos casos ocupan ya un lugar en el catálogo. Alias es un proyecto del artista mexicano Damián Ortega que publica, traduce o recupera obras esenciales para promover la comprensión del arte contemporáneo; es un recurso educativo y también un reflejo de las referencias que formaron o interesan a su director. —Daniela Gil, Alias
En Dharma Books, el porcentaje de libros rechazados ha cambiado año con año, y no tiene que ver con el crecimiento de la editorial, sino con los intereses que nos mueven al interior del equipo, hacia dónde estamos viendo y qué tanto margen de acción tenemos en lo económico. Todo libro que no podemos publicar conlleva una reflexión profunda. Que un libro no llegue a nuestro sello no dice nada del libro ni de quien lo escribió: casi todos los factores están sometidos a un plan editorial, a una línea y a un presupuesto que está comprometido incluso un año antes. En promedio, por cada cinco títulos que leemos o sometemos a algunas sugerencias de edición, dos llegan a nuestro catálogo. Es sorprendente, y grata, la convocatoria que tiene Dharma a nivel nacional y en varios países de habla hispana, incluso en lugares donde no vendemos nuestros libros. Creo que habla bien de nuestro trabajo. Esperamos seguir teniendo la posibilidad de conocer otras voces. —Nicolás Cuéllar, Dharma Books
Dado que La uÑa RoTa es una editorial que hasta la fecha —en sus veintiocho años que lleva editando libros— no ha sobrepasado los dieciséis títulos al año, la relación entre originales recibidos y los que finalmente entran a formar parte del catálogo es notable, por no decir exorbitante. Por otro lado, en tanto que procuramos, en la medida de lo posible, acompañar en su trayectoria literaria a quienes nos confían sus textos, la incorporación al catálogo de nuevas firmas se produce a cuentagotas. Ni que decir tiene que duele decir que no, y que no es fácil argumentar ese «no». Pero lo que peor llevamos, habida cuenta de nuestras condiciones materiales, es no disponer de tiempo para contestar todas las propuestas —cada vez en mayor número— que recibimos diariamente. —Carlos Rod, La uÑa RoTa
Nunca quise hacer esa cuenta. Desde el comienzo de la editorial, la propuesta siempre fue que trabajásemos cada libro de forma cuidadosa, entendiendo sus deseos, encontrando posibles diálogos entre forma y contenido y buscando maneras para que el libro llegase a nuevos públicos. Esa forma de editar lleva tiempo y siempre lo entendimos así. Para complicar, en paralelo a la edición, tenemos una librería, organizamos ferias y damos cursos. Si nuestro ritmo ya era lento, la pandemia paralizó muchos proyectos que recién ahora están entrando al catálogo. Falta poco para estar al día y ahí sí, aun con nuestro ritmo, volver a evaluar nuevos libros. Quién sabe en unos meses tenga otra respuesta para darte. —Cecilia Arbolave, Lote 42
En Impronta publicamos poco, algunos libros tardan años en dar su fruto visible, pero debajo de eso hay una red de libros posibles. En proporción, exagerando un poco, tal vez sería como el micelio de libros no publicados frente a unos pocos hongos que salen cuando hay suficiente lluvia y las condiciones son propicias. Los libros que no publicamos son muchísimos más que los publicados: los libros posibles, los que añoramos editar, los que se quedan a medias en las gestiones, los que están en la larga lista de planes a futuro, los que nos ofrecen y luego encuentran mejor casa porque siempre hay prisa, los que no pasan nuestro propio filtro, los que ni siquiera leemos porque se alejan por completo de nuestra línea editorial. —Alexia Halteman, Impronta
No es tanto el rechazo, sino la conversación estrambótica que se inicia y dispara cuando comienza la lectura. Hay un largo tiempo en el que sí y no son lo mismo: en ambos casos, no se trata tanto del final de una instancia como de una especie de futuro que sucede en vivo, mientras la lectura chapotea en ese presente pedregoso, mientras avanza frase por frase. Estoy en una sala, mi cabeza está inclinada hacia abajo, hacia el texto que estoy leyendo. En la sala se escuchan voces, argumentos, onomatopeyas, afirmaciones, dudas. Siempre siempre se escucha: «Esto es un vínculo». Luego vuelvo a la sala, ya sin el texto en la mano, encuentro la cáscara vacía, el chicle masticado de esa conversación o alguna otra figura con la que esta voz quiere describirse. Probablemente el chicle. Algo menos Turner. Algo más hachazo. Hay veces en que la conversación sigue y sigue hasta que respiro hondo: «Alejémonos, vamos a morir, hay poco tiempo». Es cierto, la lectura detiene la vida, pero no para siempre. Démonos una esperanza, una prórroga: digámonos no. —Mariana Lerner, Ripio
En la colección Disertaciones dejamos de publicar siete libros por cada uno que publicamos, y todos han sido ideas propias de la editorial (nos han propuesto algunos, pero no es muy común). En la colección Editor el radio es mayor, quizá once ideas rechazadas por cada título publicado —curiosamente la mayoría de esas ideas rechazadas se nos ocurrieron a nosotros, pero también hemos recibido muchas propuestas no solicitadas. Las otras colecciones son muy nuevas, todavía no hay una estadística. Lo que sí podemos decir es que la primera característica de Gris Tormenta como editorial, desde que existe, fue no recibir manuscritos: queríamos pensar el catálogo desde otros lugares, y nos ha funcionado muy bien.
Otras encuestas relámpago en esta serie:
Ecos del Paraíso, sobre cómo distintos creadores imaginan el paraíso.
¿Qué es lo mejor que ha hecho un editor por ti?, sobre algo que de otra manera no habrías visto.
Amaba decir: «ese también lo tengo», sobre el autor más repetido en las bibliotecas personales.