Exploradores del futuro: reflexiones alrededor de ‘Regreso a la Tierra’
La escritora Libia Brenda Castro conversó con Jacobo Zanella, editor en Gris Tormenta, sobre la antología Regreso a la Tierra y los viajes especiales. A continuación compartimos un fragmento de la charla que se llevó a cabo en el salón Covadonga de la Ciudad de México.
6 agosto 2020
Este evento fue realizado en colaboración con la Sociedad de Científicos Anónimos, un grupo dedicado a la divulgación colectiva de ciencia y arte.
Libia Brenda (LB): Aunque suene a metáfora cursi, pienso que desde hace siglos hemos viajado al espacio con nuestra imaginación. Así que para mí fue emocionante ver reflejadas en Regreso a la Tierra algunas historias que han sido contadas primero desde la ciencia ficción. Fue increíble encontrar en este libro que un astronauta escribiera sobre ideas que yo le había leído a Shakespeare. Había frases que me recordaban a Hamlet: «Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, que las que sospecha tu filosofía». Me encantaría saber si lo habrán escrito a sabiendas o no. Y como esa hay muchas más escenas que los astronautas describen, lo que ven y viven en ese momento, que son evocaciones literarias fortísimas. Hay un fragmento donde un astronauta narra la aurora boreal que está viendo, y luego, después de minutos, vuelve a pasar por el mismo punto. Entonces, me vino a la mente la escena de El principito donde un niño mueve de un lado a otro su silla en su pequeño planeta para ver los ocasos.
Regreso a la Tierra no solo habla de la fascinación de los viajes fuera de nuestro planeta, sino que te conecta con las vivencias de los astronautas. Sus palabras te transmiten las emociones y sensaciones a las que estuvieron expuestos. E importa mucho que sean escritas en primera persona, porque se sienten más cercanas a que si las viéramos en una película, en donde todo es impresionante pero distante.
Jacobo Zanella (JZ): Definitivamente esta antología tiene múltiples lecturas que amplían la perspectiva del viaje espacial. Vemos cómo el viaje convierte al astronauta en una especie de humanista que se pregunta quién es, qué es la Tierra, qué es la vida. Importa mucho que estas declaraciones vengan de militares o científicos, porque en ese choque aparecen esbozos literarios: encontramos una lectura que tiende hacia lo estético sin tener la intención de serlo. Al mismo tiempo, funciona como un espejo en donde nos reflejamos y nos planteamos las mismas preguntas que ellos pero desde nuestra contemporaneidad y desde nuestra postura como lectores. Y aparece, al final, una especie de reflexión sobre la naturaleza, aunque sea indirecta.
LB: Esa lectura ecológica es relevante para nuestra actualidad. Estamos viviendo una crisis climática y necesitamos tomar decisiones cruciales como especie, que es un concepto que Neil Armstrong mencionó hace décadas, cuando fue a la Luna por primera vez. Y sin embargo la concepción de nuestra relación con la naturaleza ha cambiado enormemente desde entonces. Ahora sabemos lo dependientes que somos de otras especies —más que hace sesenta años. En aquella época, la idea de la exploración espacial, de viajar a otros mundos, era una idea utópica, feliz. Ahora lo cuestionamos. Nuestro propósito de la exploración cambió: ¿para qué o por qué queremos navegar a otros planetas? ¿Para conocerlos, invadirlos, colonizarlos? ¿Porque este planeta está hecho una porquería? ¿Porque ya no nos sirve? Son ideas terroríficas. Siento que en Regreso a la Tierra está la semilla de todas estas reflexiones. Es muy claro cuando los astronautas salen de la Tierra y la ven como un conjunto, como un todo. Para ellos las fronteras son estúpidas. O las guerras. Porque en cuanto salen de la atmósfera, eso no importa, no importa de qué país es, si lo criaron los camaradas o los yanquis. Es decir, los astronautas toman otra perspectiva a pesar de que se deben a sus países y a quienes los mandaron al espacio.
JZ: Por esa razón colocamos los textos en orden cronológico, para notar las transformaciones de los viajes espaciales desde el primer viaje a la Luna hasta los más recientes, en nuestra década. Por otro lado, pienso que la antología se asemeja a los libros de viajes o expediciones antiguas. Por ejemplo, veo una conexión directa con Bernal Díaz del Castillo y otros exploradores que llegan a un nuevo «mundo» y no tienen palabras para describirlo: todo lo dicen con superlativos porque no saben cómo hacerlo de otra manera. Entonces, quien lee esos apuntes tiene que hacer uso de su imaginación puesto que hablan de lugares que nunca hemos visto. Creo que pasa lo mismo con las historias narradas por astronautas: nos describen su experiencia desde una perspectiva que nunca vamos a tener, así que solo nos queda recurrir a la imaginación. Por eso hay páginas del libro en las que leemos un tono de ciencia ficción y en donde requerimos traspasar nuestras barreras de la realidad para imaginar lo que nos están narrando los astronautas.
LB: Tal vez mi lectura está un poco sesgada. Soy parte del colectivo Cúmulo de Tesla, que busca el diálogo entre artistas y científicos. Este grupo me hizo convivir con personas que hablan de temas diferentes a la literatura. Entonces, para mí la ciencia ficción ya no solo son naves espaciales, historias futuristas, utopías o distopías, sino también incluye perspectivas con una distancia diferente, como la de este libro.
También hay relatos individuales que me fascinaron, como la de Anousheh Ansari, la primera musulmana en ir al espacio. Ella narra su impresionante aterrizaje dentro de una Soyuz, cómo su cuerpo reciente la gravedad y la sensación de renacimiento que experimenta cuando la sacan de la cápsula. Me sorprendió que Ansari describe la presión durante el reingreso al planeta como si tuviera varios elefantes encima. Además, no solo habla de sensaciones corporales, sino también muestra cómo reacciona su consciencia desde que se prepara para regresar a la Tierra hasta que es atendida por el personal médico al volver.
JZ: Todo el libro muestra esas impresiones particulares. Algunos textos se van más a la psicología, otros más a la filosofía, otros a lo técnico y otros más a la exploración espacial. Lo que une a todos los textos del libro es el cuerpo, las sensaciones físicas en el cuerpo. Es lo único en lo que todos coinciden porque es donde más siente el regreso a la Tierra. Los astronautas te hacen imaginar cosas inverosímiles que te provocan pensar cómo será sentir eso. Fue un descubrimiento inesperado, porque cuando planeamos el libro nunca quisimos hacer un libro sobre el cuerpo ni sobre la Tierra, son resultados colaterales, accidentales. Los astronautas no quieren ser poéticos ni reflexivos, solo cuentan lo que sienten.
LB: Por eso la mirada individual importa mucho. La idea que tenemos de la Tierra, si la vemos desde el suelo, es de inmensidad. Por ejemplo, necesito barco o avión para llegar a China, no lo puedo hacer a pie. Pero cuando un astronauta la ve desde el espacio, a miles de kilómetros, solo ve un puntito azul. Somos una piedrita flotando en el espacio entre millones y millones de otras piedritas. Esta información es difícil de entender incluso para nuestro cerebro humano porque no tenemos un punto de referencia. Pero los astronautas sí lo tienen. Y esto es parte de la fascinación de Regreso a la Tierra.
Libia Brenda (Puebla, 1974) es escritora y editora. Ha escrito artículos y cuentos para medios nacionales e internaciones. Es autora de En universo en el que no nos extinguimos, una antología híbrida de texto de ficción y ciencia. En 2019 se convirtió en la primera mujer mexicana finalista a un Premio Hugo con Una realidad más amplia. Lee aquí la reseña que hizo de Regreso a la Tierra en la revista Letras Libres.
Ve aquí la conversación completa entre Libia Brenda y Jacobo Zanella.
Regreso a la Tierra es parte de la colección Disertaciones, de Gris Tormenta. Escriben: Neil Armstrong, Rodolfo Neri Vela, Anousheh Ansari, Scott Kelly, Chris Hadfield, Valentín Lébedev, Edgar Mitchell, Mike Mullane y Al Worden. Epílogo de Ross Andersen.
En este blog también publicamos «Cómo se hizo Regreso a la Tierra», un texto en donde el editor narra cómo imaginó la antología y cuál fue el proceso de edición: «Casi dos años y unas mil horas de trabajo nos llevó, a cinco personas, construir la antología, desde los procesos más generales hasta los detalles más minuciosos, casi microscópicos, que están por todo el libro».