La escritura antes que la traducción
Una reflexión editorial sobre ‘El tiempo de la mariposa’, de Selma Ancira.
16 julio 2024
«Ir a ver a Allen Ginsberg era como ir a ver al oráculo de Delfos. No le importaba la riqueza material ni el poder político. Era su propio rey. Había alcanzado ya lo que cualquier poeta consagrado podía alcanzar. “He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura”: muy pocos poetas han hecho eso. Robert Frost, tal vez: “Promesas que cumplir, millas por andar antes de dormir”. Whitman dijo: “Soy inmenso, contengo multitudes”. Todavía hoy recordamos esas líneas. Los poetas de hoy no llegan a la conciencia pública de esa manera. Así que era notable que Allen se hubiera abierto paso. Hoy en día, las líneas que se recuerdan son frases de canciones: “Your cheatin’ heart will make you weep”, “Don’t change your hair for me, not if you care for me”, “I’m in the mood for love”, “What a difference a day makes”, “Ain’t misbehavin’”. Allen quería que sus líneas fueran recordadas así, pero era un poeta, no un compositor.»
Bob Dylan hace esta reflexión en Rolling Thunder Revue. A Bob Dylan Story, el documental de 2019 dirigido por Martin Scorsese. La reflexión es reveladora porque pareciera que, al recordar y citar esos versos, la manera en que esos versos pueden leerse en la distancia, Dylan estuviera hablando de sí mismo a través de otros. Poder recordar una línea —un verso que lo contenga todo—, o estar de esa manera en la «conciencia pública», parece decirnos, es algo siempre presente en el horizonte del poeta: llegar a abrir una cavidad en la lengua. Compara esa proeza, ese acto de sublimación poética (pasar de lo improbable a lo memorable), con la sencillez de las letras de canciones, que es justamente lo que él hace, y lo que sustenta la estructura del documental. Pero sus letras, cuando las escuchamos como espectadores, las colocamos mucho más cerca de la poesía que de la composición musical. Cuando analizamos sus frases —o sus versos— encontramos literatura antes que música. Un anhelo por decir lo que no se puede decir antes que un deseo de ser recordado en la conciencia popular.
Vi por primera vez ese documental en los primeros días de 2024, cuando hacíamos las lecturas iniciales de lo que llegó a ser un libro de Selma Ancira para la colección Editor, El tiempo de la mariposa, en el que narra su ética de traducción: cómo se aproxima a un autor, cómo lo elige y cómo transcurren esos años o décadas que pasa en compañía de sus textos y su pensamiento —los lugares que habitó o visitó, las palabras que inventó, las circunstancias en que usó la lengua con fines literarios… Leer las primeras versiones del manuscrito dejaba algo muy claro, que pronto pasó a ser la esencia del libro, al menos para nosotros, en la editorial: cuando leemos el análisis que Selma hace de su proceso de traducción, encontramos una búsqueda interior en su trabajo antes que una búsqueda de equivalencias públicas, accesibles a todos; encontramos el acto de creación antes que la técnica, es decir, encontramos la escritura antes que la traducción.
Selma Ancira, partiendo de un asombro inicial ante el hecho literario, desea «implantar» en su memoria la memoria del autor al que traduce; desea ver y tocar y sentir lo que vio y tocó y sintió el autor: transponer sentidos y pensamientos —muy a la manera en que lo haría un actor de teatro que durante años representara un mismo personaje, adoptando de él, para su vida, los rasgos que con el tiempo le parezcan mejores que los propios—, y, a través de esa transposición, ver el mundo como lo hacía él, leer y hablar como lo hacía él, para, finalmente, escribir —no traducir— como lo hacía él. Este anhelo se parece al que expresa John Coetzee: «A medida que envejezco, me encuentro cada vez más distanciado del inglés y de la cultura que representa. Me parece que mis libros no “pertenecen” a la lengua inglesa ni a su cultura, al igual que, por ejemplo, las traducciones al francés de mis libros no “pertenecen” a la lengua ni a la cultura francesas. ¿No podría existir un libro cuya traducción fuera mejor que el original? ¿No podrían existir libros que no tuvieran un original, que funcionaran en muchas lenguas y tuvieran la misma validez en todas ellas?».
El camino que recorre Selma Ancira para «crear un original» en la lengua destino es inexistente, tiene que crearlo ella misma sin esquemas previos. Es un camino largo, que no es costeable con recursos tradicionales. Pero los lugares a los que llegan esas traducciones, transitando por esos caminos, se distinguen de aquellos a los que se llega por los caminos tradicionales. Esta labor, absolutamente improbable —justo esa peculiaridad—, es donde reside la decisión de comisionar y publicar este texto. Es solo por eso que la historia de El tiempo de la mariposa debe contarse y el libro debe existir, por la idea que da de lo que es traducir, la expansión del término, lo que le otorga de histórico al proceso y al texto creado por él. Si algo teníamos claro desde el inicio, desde antes de conocer a Selma, es que no llevaba la vida predecible de alguien que trabaja como traductora, que no iba a contar una historia con la que pudiéramos relacionarnos o que encajara, aun con matices, en una representación ya escuchada. Sus métodos podrían parecer insostenibles, y sin embargo existen, llegan a crear los textos que podemos leer en cada una de sus composiciones. (Insostenibles no solo para ella, también para el autor, la editorial y los lectores, que demandan inmediatez). El tiempo de la mariposa, así, sería solo uno de los tantos libros que hay dentro de su memoria y su experiencia: uno por cada uno de los libros que ha traducido a lo largo de cuarenta años.
¿Da el libro una idea errónea de lo que es el trabajo de traducción? Al contrario. Da la idea de que, como dice Selma, hay tantas maneras de traducir como traductores (sobre todo porque en la traducción, al igual que en la escritura, el autor pone en palabras un texto a partir de sus vivencias, en donde lectura y vida no se separan). Y refuerza la noción, que cada vez nos interesa más, de que hay tantas maneras de traducir como textos; de que todo texto necesita descubrir o inventar su propio proceso de traducción y no repetir las teorías que otros han explorado o intentado seguir.
Conoce más sobre el libro y lee un fragmento aquí.
Lee una reseña: «La traducción como género humanístico», de Mario Colleoni.
La colección Editor se compone de raros hallazgos e historias originales sobre las ideas que ocurren en el backstage del mundo contemporáneo del libro: una exploración desde la curiosidad del editor.