Una manera de estar en el mundo
Isabel Zapata y Julián Herbert conversaron alrededor de la colección Paisaje Interior de Gris Tormenta y el oficio de los escritores. Compartimos aquí fragmentos de esa charla.
22 enero 2025
En la FIL de Guadalajara 2024 se llevó a cabo la presentación de la colección Paisaje Interior, que tiene tres interrogantes a manera de premisa: ¿Qué sucede entre la estética y la ética de un autor? ¿Cómo se conforma su mirada? ¿Y cómo esa manera de ver, esa conciencia, se convierte en el inicio de una poética, de un estar en el mundo? Los tres títulos que hasta ese momento conformaban la colección son: Última carta a un lector, de Gerald Murnane (2023), Suerte de principiante. Once ideas sobre el oficio, de Julián Herbert, y El lenguaje del poema. Siete aproximaciones, de Mario Montalbetti (2024).
Isabel Zapata (IZ): Los títulos que componen hasta ahora la colección Paisaje Interior ahondan en la cuestión del oficio de los escritores y las escritoras. Son reflexiones desde la parte material, desde los rituales, incluso desde el proceso físico que implica escribir. O al menos pienso que esas son algunas líneas generales que recorren los tres libros, que son muy distintos entre sí y, al mismo tiempo, comparten un pulso, una mirada, una manera de estar en el mundo.
En una entrevista para un periódico estadounidense, la escritora Sally Rooney levantó cierta polémica cuando dijo que ella era lo menos interesante de sus libros. Se estaba quejando, claro, de por qué se les pregunta tanto a los escritores acerca de detalles sobre su vida; no solo la personal, es decir, la íntima y privada, sino de las rutinas y rituales al escribir. Y es que en Suerte de principiante, Julián, hablas sobre el proceso mental y físico que implica escribir un libro. Me gustaría que habláramos en torno a ello, a los rituales para escribir —que es una cuestión que se nos pregunta bastante; por ejemplo, que si escribes en la mañana o en la noche, en soledad o en público—, incluidos los rituales interiores, porque en eso pienso cuando escucho el término paisaje interior. Y eso lo mencionas un poco en el libro, ese interés u obsesión por los rituales de la escritura.
Julián Herbert (JH): Una idea que está debajo de todo lo que mencionas, y que no es mía, sino del poeta chileno Leonardo Sanhueza, es que la literatura tiene la peculiaridad de que uno puede hacer una obra tratando de describir cómo ha pensado, construido y desarrollado un entorno para llevarla a cabo, y esta cualidad la distingue de otras disciplinas. Por ejemplo, un carpintero no puede hacer una mesa para explicarte cómo hace una mesa, pero un escritor sí puede hacer una novela para explicarte cómo hizo una novela. Esa peculiaridad se enlaza con otra idea que Stephen Vizinczey escribió en un decálogo. Dice que los escritores a veces perdemos de vista la práctica y la formación, pero un músico o un bailarín, por ejemplo, no. Vizinczey se pregunta por qué un escritor sí. Creo que es porque usamos el lenguaje todo el tiempo. Pero debajo de esa idea hay un engaño, porque ahí solo se ve la función puramente comunicativa del lenguaje, cuando también hay más, y de hecho de eso también se trata el libro El lenguaje del poema, de Mario Montalbetti, del lenguaje como aberración significante. El lenguaje no solo sirve para transmitir un significado o para comunicarse, sino para montones de razones misteriosas.
No he leído la entrevista que mencionas, pero entiendo el planteamiento de Rooney. Decir que ella es lo menos interesante de su obra genera una paradoja a la que nos enfrentamos en el ámbito de la creación: no querer hablar del oficio te vuelve una persona interesante. Pero hablar demasiado del oficio a veces también puede hacerte interesante, si lo haces bien. O también no hablar del oficio y morirte y que alguien descubra secretos de tu vida te vuelve interesante. ¿Por qué? Pienso que es la misma razón por la que leemos literatura o vemos un cuadro: por esa sensación de que hay una cosa detrás. En el fondo creo que esa es una de las funciones más creativas, saber que hay algo más. Eso lo compartimos los escritores, los editores, las personas creadoras. Es la obsesión compartida de que el lenguaje no solo significa esto, sino que detrás hay algo más interesante que no estamos viendo.
Los archivos de Gerald Murnane contienen los restos textuales de su vida y la genealogía de sus libros. Ahí estaba el manuscrito de ‘Última carta a un lector’, hasta que su editor lo convenció de publicarlo.
IZ: Pienso que ahí entra también el papel de la claridad en la escritura, que menciona Montalbetti en su libro. Recuerdo una publicación en redes sociales sobre una persona que decía que estaba cansada de que se elogiara un libro porque se podía leer de manera fluida; argumentaba que esa no era necesariamente una buena característica, o al menos no lo hacía un mejor libro. Y eso me hizo pensar en Montalbetti y la cuestión de entender un poema. Él habló, en una entrevista con Valeria Tentoni, de cómo entramos al poema. Dijo que es como entrar al mar sin saber nadar. Te paras frente a él. Primero las olas te mojan los pies, y es refrescante, divertido, no te da miedo, y de pronto entras más y más, y te das cuenta de que para que no te tumbe la ola tienes que ponerte de perfil, tienes que moverte. Lo mismo con el poema. Dice que para enfrentarse a él tenemos que movernos todo el tiempo, tenemos que entrar en esa danza y despojarnos de la idea de que debemos de entenderlo. Eso también está en Suerte de principiante y, de cierto modo, en Última carta a un lector. Ahí, el autor, Gerald Murnane, decide releer toda su obra publicada y hace un reporte de cada libro para guardarlo en sus archivos. En cada pequeño ensayo escribe, por ejemplo, de las condiciones con las que escribió, y que en su momento no notó. Ahí veo un afán de claridad, como cuando regresas a un libro luego de mucho tiempo. Él, en parte, lo hace porque tiene la sensación de que no va a escribir nada más, y así lo deja claro al inicio. En tu caso, ¿qué papel tiene la claridad en tu escritura?, ¿qué tanto juega la idea de que sea entendible y que la prosa sea fluida?, ¿es realmente una cualidad que tendríamos que apreciar los lectores?, ¿relees tus libros una vez que están publicados?
JH: Para mí la claridad es importante. Me interesa y trato de practicarla, porque es una buena red atrapamoscas. Es como el perfume de las plantas carnívoras. Lo que me interesa de la claridad es hasta dónde puede servir para construir trasfondos. No me refiero a la idea básica de que algo tiene que ser entendible. Tiene que ver más con la noción de que uno no escribe para expresarse, sino para entender. Son dos cosas distintas. Por ejemplo, cuando escribes sobre la biblioteca familiar, estás creando un texto, que puede ser claro, aunque en realidad también estás haciendo una investigación emocional, sentimental, bibliográfica e intelectual acerca de la genealogía. Hay varias capas debajo. Sobre este aspecto hay un párrafo del libro de Montalbetti que me obsesiona, porque para mí es uno de los párrafos básicos de esta colección:
¿Por qué oímos la circulación de las cosas?», se pregunta Julio Pazos, a quien hoy vuelvo con frecuencia. Porque las cosas en su circulación hacen ruido y hacen borde. Nos ponen, como dice Pazos, «al borde de toda miseria». Ninguna cosa en particular, sino la incesante metonimia de las cosas; la idea de que siempre hay otra más atrás y otra detrás de esa. Hablar, escribir: perseguir cosas bajo la forma de palabras. Siempre hay una palabra más atrás y otra detrás de esa. Si alguien pudiera ver en un instante todas las palabras emitidas por todos los seres humanos en su historia, advertiría que dibujan un aro alrededor de un hueco. Los poetas son los que se acercan al borde y envían postales con vistas del abismo. Los otros contribuimos con el ruido de fondo como si formáramos un coro radioactivo. Ese es el coro de la circulación de las cosas. Entonces es correcto asombrarse, con Pazos, de que escuchemos ese runrún continuo y grave y finalmente desagradable que emiten las cosas al circular, como monedas.
Es de una gran claridad y, al mismo tiempo, es un abismo donde puedes caer. En ese sentido, esa es la prosa que más me interesa y más me llega. Parece tener superficie, pero en realidad es como un dibujo del Bosco sobre el abismo, sobre el abismo del significado.
Y sí, releo lo que ya publiqué, y lo hago de manera narcisista, obsesiva, neurótica e interesada. No sé si a otros escritores les ha pasado, pero cuando un lector se acerca y me dice que le interesó un pasaje de alguno de mis libros, intento ponerme en el lugar de esa persona, descifrarla.
Creo que el libro de Murnane trata de eso. Uno escribe y se relee de forma paranoica. La paranoia para comprobar si lo que dijiste es realmente lo que querías decir o si sigue teniendo el sentido inicial. Montalbetti menciona que el lenguaje siempre tiene un sentido. Pero no se refiere a que tenga un significado, sino una dirección. Cuando uno se relee como Murnane, lo haces secretamente para saber si ya cambió la dirección del texto que alguna vez escribiste. Además, tiene que ver con cómo construimos ciertos diálogos. No me refiero solo a aquellos donde te sientas a platicar o los que se dan en una reunión. Hay más. En el caso de Murnane, es ir a su archivo personal, releer sus libros y escribir los reportes de cada uno. Ahí, por ejemplo, está dialogando con las versiones que él fue cuando los escribió y también con los recuerdos y las anotaciones en diarios que acompañaron esa escritura.
En Suerte de principiante también hay varios diálogos. La primera fase fue cuando daba clases en un seminario de literatura. Luego crecieron mientras le cocinaba a Sylvia, mi esposa, quien escuchó todas mis sandeces (y es, además, la autora de mi epitafio: «Todo ha sido una conferencia»). De ahí fueron charlas que organicé en la sala de mi casa, que se pasaron a YouTube. Después vino el trabajo de revisión con los editores de Gris Tormenta. Todo eso es literatura dialogada.
Julián Herbert (Acapulco, 1971) es escritor, editor y profesor de literatura. Su trayectoria abarca un amplio territorio conformado por actividades literarias —edición, traducción, escritura, colaboración crítica en diversos medios—, pero también musicales y pedagógicas. Entre sus libros están Canción de tumba, Ahora imagino cosas y Suerte de principiante.
Isabel Zapata (Ciudad de México, 1984) es escritora, traductora y cofundadora de Ediciones Antílope. Escribió Alberca vacía, Una ballena es un país, In vitro y Troika. Ha colaborado en medios como Este País y la Revista de la Universidad de México. Es la traductora y prologuista de Dentro del bosque, publicado en la colección Editor de Gris Tormenta.